Capítulo cuarenta y dos

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CAPÍTULO CUARENTA Y DOS

Salí de casa y me guíe gracias a Internet, hasta el punto exacto donde iba a reunirme con Jasper. Era una noche fría, como de costumbre, la temperatura no era nada diferente a lo que estaba acostumbrada en una noche de invierno, pero algo sí se sentía diferente. Quizá era esa pequeña sensación de incertidumbre, de inseguridad, la que me hacía caminar como si nunca antes lo hubiera hecho. Mis pasos eran firmes y decididos, mi mente sabía que eso sólo era una falsa apariencia de seguridad, ya que mis pensamientos, se alejaban de una actitud confiada y segura.

La carretera comenzó, una línea color blanco se volvió infinita a medida de que mis pasos avanzaban hasta el destino, el kilómetro seis.

Llegué, y me detuve de espaldas al bosque, con una porción de carretera frente a mis ojos, ignoraba la inmensidad de árboles que se encontraban fuera de mi campo de visión. Y esperé.





15 de Enero de 2019

12:12 AM

Sentí unos sigilosos pasos provenientes de la oscuridad, iban removiendo hojas y eran lentos y potentes. A diez metros de distancia, una sombra comenzó a caminar dejándose ver muy lentamente bajo el pequeño foco de luz de una alta farola.

Iba vestido de negro, era alto e intimidante, su capucha no me dejaba ver su rostro, pero rápidamente caí en que no era Jasper. Jasper no se hubiera presentado así, guardando misterio y confusión. Jasper hubiese aparecido vestido normal, con sus vaqueros usados y sus chaquetas de borreguillo blanco. Esa persona quería asustarme, y estaba consiguiéndolo.

— ¿Quién eres? — Dije achicando mis ojos tratando de mejorar mi visión.

— ¿Aún no lo sabes?

El misterioso hombre de negro retiró su capucha, permitiéndome observar su piel arrugada y sus claros ojos color turquesa.

— ¡Eres Gasym! — Dije sin dudar. ¿Qué otra persona podría saber que Jasper y yo habíamos quedado para vernos?

— ¡Premio! — Río maquiavélicamente.

— ¿Dónde está Jasper?

— Me temo que no va a venir. — Se encogió de hombros. — Y me temo que nunca más lo volverás a ver.

Empecé a temblar.

— ¡¿Lo has matado?! — Dije conteniéndome las lágrimas.

— ¡Eres estúpida, Paige! ¡Siempre lo has sido! Niñata descarada y egoísta. ¡A la que voy a matar es a ti! ¡Me has traicionado! — Me quedé en silencio intentando de asimilar la trampa de la que había sido víctima. Jasper fingió querer reunirse conmigo para que el propio Gasym pudiera deshacerse de mí. Sí, he sido una ilusa por llegar a pensar que no iban a planificar mi muerte tras haber sido la razón por la que Jack estuviera muerto y Rhonda bajo custodia policial, además de traicionar a Gasym en mis dos últimas pruebas. ¿Cómo pude pensar que Jasper no iba a contárselo? Aunque él tenía razón, no iba a ser él quien iba a acabar con mi vida...— ¿Pero sabes qué? Creo que te mereces saber la verdad, antes de morir, mereces saber que no sólo voy a matarte por haberme traicionado, sino por qué eres la culpable de que mi hijo casi olvide sus creencias y el por qué está en este mundo. Que es para delegarme a mí.

— ¿De qué hijo estás hablando? — Dije nerviosa.

— Jasper es mi hijo, Paige.

— ¡Eso es imposible! ¡Los padres de Jasper están muertos! — Intenté contener mis lágrimas todo lo posible, pero finalmente lo que estaba a punto de descubrir tenía un gran impacto sobre mí.

— Soy la prueba viviente de que no. Yo soy el padre de Jasper, y todo este tiempo te ha estado engañando, yo no maté a mi mujer, fue él. Aunque no voy a negar que yo no tuviera que ver, cómo podrás intuir, desde que empecé a matar, ansiaba tener un hijo al que enseñarle todo lo que yo llevaba años preparando, mi mujer se quedó embarazada, tuvimos una niña. — Seguí concentrada escuchando a Gasym, tras finalmente poder ponerle una identidad. — La maté. No la quería, no podía ser una mujer quien siguiera mis pasos para volverse una temible psicópata. Mi mujer se quedó embarazada de nuevo, pensando que nuestra hijita había sido violada y asesinada por un pedófilo ya encerrado. Y al fin nació Jasper. Cuando lo vi, supe que me entregaría en cuerpo y alma a enseñarle como debía ser, lo volví frío, calculador, asocial, emocionalmente ausente, hasta que le hice entender que yo era lo único por lo que luchar, y que su madre no merecía vivir, por adultera. La mató en la cocina, esa vez que te contó que me había matado por vengar la muerte de su madre, era mentira. Pero yo no podía dejar que te revelara la verdad tan pronto. Yo desaparecí, y con su ayuda creamos lo que todos conocen como una macabra secta imposible de destruir. — Gasym se acercaba a mí lentamente. Seguía en shock tras toda la revelación del origen de la horripilante enfermedad mental de Jasper. ¿Qué culpa tenía un pobre niño de haber sido manipulado desde el día de su nacimiento? Jasper llevaba el destino en sus manos, sin ni siquiera ser consciente de ello. — Si te cuento esto, es por qué por tú culpa, casi pierdo a Jasper. Siempre fui su prioridad, su rey, su líder, y desde que te conoció, comenzó a imaginarse una vida sin sangre, sin muertes. ¡Quería abandonarme! ¡Por ti! Una niñata que no sabe nada de la vida, que tenía un padre que se follaba a mi mujer todas las mañanas durante dos años. No eres merecedora de un fiel y entregado muchacho como es Jasper. — Su rabia se clavaba en mis ojos. Gasym me odiaba, porque estuve a punto de salvar la vida de Jasper y alejarlo de la esclavitud a la que su propio padre le tenía sometido. — Pero conseguí abrirle los ojos de nuevo, tantos años obedeciéndome y saciando ese instinto que yo mismo le cree, sabía que serían más importantes que tú amor de pacotilla.

— Tú eres su enemigo. No los demás, como le haces creer. Cada minuto que pasó a tu lado le convirtió en lo que es ahora. — Un quejido sin fuerza salió de mi boca, la silueta de Gasym se volvió nítida para mí. Se alejaba. Mi cabeza empezó a moverse de lado a lado, empecé a marearme, perdí la fuerza, el equilibrio. El pitido espeluznante qué acaparaba mis oídos no ayudaba, llegó hasta mi cabeza. Ya no era consciente de nada. Mi cuerpo empezó a helarse, pero mi estómago seguía caliente, con mi brazo derecho lo acaricié, pero no sentía mis dedos sobre mi piel. Me extrañé. Levante mi mano hacia mi vista, casi nula, y sólo veía rojo. Mi mano llena de mi propia sangre fue la gota que me hizo desplomarme en el suelo, respiraba débilmente, miré al cielo, a la luna. Pensé en mi madre. A mi lado, la sangre que salía con prisa de mi barriga me acompañaba, llegó hasta los dedos de mis manos, los moví con dificultad, y me quedé ahí, esperando, lo que estaba segura que vendría después.








Una luz me cegó desde lo lejos, era un coche. No era consciente del tiempo, ni de nada. Estaba en mis últimas, a punto de morir desangrada. Elliott bajó corriendo del coche de su padre, y acudió en mi ayuda.

— ¡Aún está viva, papá! ¡Atrapa a ese hijo de puta!

El coche se volvió a marchar tan rápido cómo había llegado. Sentí los brazos de Elliott presionar con fuerza sobre mi herida.

— Vas a ponerte bien, ¿Me oyes? Todo estará bien.

Sus labios fríos se posaron sobre mi frente. Y no recuerdo nada más.

Entre dos mundos [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora