Capítulo cuarenta y uno

45 8 0
                                    




CAPÍTULO CUARENTA Y UNO

{Jasper, no sé dónde estás. Tampoco quiero que vuelvas. Espero que no lo hagas. Rhonda y Jack han sido la única parte que ha salido perjudicada para vosotros de vuestro estúpido juego. Espero que eso te haga pensar. Siento pena por ti. No te mereces una vida repleta de sangre y de muertes. Mereces curarte de tu enfermedad, porque tú no tienes la culpa de lo que viviste de pequeño. Si quieres reencontrarte conmigo, iré a donde sea. Tan sólo una última vez...}

Guardé mi móvil y regresé a mi casa.

Mi teléfono sonó en mitad de la madrugada, sabía que no podía ser Elliott porque se había asegurado de que yo estaba de vuelta en casa a la hora de la cena. Mi madre se lo hizo saber.

Cuando necesito espacio, él lo comprende. Y ahora lo necesitaba. Me guardé mis pensamientos para mí y sólo para mí. Despedirme de Jasper sólo era cosa mía. Era algo entre él y yo.

— ¿Hola? — Descolgué el teléfono, observando un número oculto en la pantalla.

— Soy yo.

— ¿Jasper? — Me levanté sigilosamente y me aseguré de cerrar bien la puerta. Caminé hacia la ventana. — ¿Dónde estás?

— No importa. Tenemos que vernos.

— Sí, claro. ¿Dónde?

Su voz se notaba débil, triste, y sus palabras eran frías a la vez que concretas.

— Kilómetro seis frente al bosque. Mañana a medianoche. Ven sola.

Colgó.

Apoyé el móvil sobre mi pecho y cerré los ojos.


14 de Enero de 2019

Lunes por la mañana. Me desperté y bajé a desayunar, como de costumbre. Nuestra casa estaba medio empaquetada, mi madre había empezado a guardar nuestras cosas en cajas, en el día de ayer.

Estaba nerviosa. Esa misma noche iba a ver a Jasper. Su figura esbelta y su rostro misterioso no salían de mi mente. No sabía si quería abrazarle, o aporrearle la cara. Puse todo mi empeño en comprenderle, cuidar de él y salvarle, de una manera u otra. Pero había cosas que no estaban en mi mano, como sus traumas de la infancia y la manera en la que creció; solo y sin amor.

No sabía que iba a ser de él tras esa noche. ¿Huiría para siempre? ¿O su inestabilidad mental iba a hacerle querer estar presente en mi vida con el transcurso del tiempo? Aun dejando claro que yo no quería que formase parte de ella.

Me preocupaba por él, quería que fuese libre, pero lejos de mí, para así poder olvidarlo. Esperaba poder ser capaz de, algún día, no recordar ni su nombre y conseguir llevar una vida normal aunque en el presente eso sonara como un propósito un tanto difícil de lograr.

— Buenos días, hija. — Mi madre leía una revista. — Dentro de media hora llegará el camión de la mudanza, cuando salgas de la Universidad, vete a nuestra "nueva" casa. — Me informó.

— Está bien, pero no toques mis cosas. Yo las iré llevando esta semana. — Advertí.

— No las van a mirar, cariño. — Entreabrió los ojos. — Deja que los profesionales se encarguen.

— He dicho que no. — La miré seriamente. — Deja la casa vacía si quieres, pero mis cosas las empaqueto y las traslado yo. — Desvié mi mirada y empecé a desayunar.

— Está bien.

Tras beber un café con leche helado y comerme un diminuto bocata de jamón, subí a mi habitación a por la mochila y me fui a clase.

Entre dos mundos [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora