1

147 2 0
                                    

Ojalá no hubiera nacido. Ojalá no me hubiera levantado esta mañana. Ojalá la gente supiera que yo no elegí ser así. Ojalá no hubiera hecho daño a tanta gente y ojalá no me lo hubieran hecho a mí. Por mi mente rondan estos pensamientos cada vez que hago lo que acabo de hacer.

Me llamo Fran y estoy obsesionado. Obsesionado con que mi vida sea perfecta, y para que pueda ser perfecta, tengo que apartar de ella las cosas que lo impiden. Mi nombre completo es Francisco Javier García Hernández, tengo 35 años y hace siete que me mudé a Los Ángeles. Ojalá no hubiera venido.

A lo largo de toda mi vida, pero sobre todo, durante mi adolescencia, he conocido a muchas chicas y he estado o tonteado con la mayoría de ellas, pero todo empezó por culpa de una: la primera a la que conocí cuando llegué a Los Ángeles.

Yo siempre fui un niño mimado al que le daban todo lo que pedía, al que sus padres sobreprotegían y no querían que nada malo le ocurriese; ventajas o desventajas de ser hijo único. Ojalá hubiera tenido hermanos.

Mi época de crío consentido acabó cuando me arrebató lo que yo más quería. Se llevó lo que hacía que me levantara cada mañana. El muy maldito apagó la luz que alumbraba mi vida. Apartó para siempre de mi vista a la persona que me lo había dado todo. Se la llevó a un sitio del que jamás volvería. El cáncer me quitó a mi madre.

Ese día yo tenía 12 años, y a partir de ahí, decidí que haría y conseguiría las cosas por mí mismo, de modo que lo que ganara o perdiera solo podía ser mérito o culpa mía.

Las personas que ahora me miran a través de un cristal dicen que esta decisión pudo ser un desencadenante, pero no tienen ni idea, no saben nada.

Lo que fue y no tuvo que haber sidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora