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Llevo un rato sentado en esta silla. Está hecha con algo parecido al hierro y el asiento y el respaldo son de madera. En esta habitación hace frío. Estaría completamente vacía si no fuera porque hay una mesa y otra silla más. Hace 20 minutos que estoy aquí y no ha venido nadie desde entonces. Sé que siguen observándome tras el cristal y dicen que soy una persona paciente, pero que a veces, pierdo los nervios.

Sé perfectamente por qué estoy aquí. Pero vosotros no, así que, mientras esta gente se decide o no a venir, os lo cuento todo desde el principio.

SIETE AÑOS ANTES

Katherine es uno de los miembros del bufete donde voy a trabajar a partir de ahora. Vamos en su coche en dirección a mi nuevo lugar de trabajo. La miro y escucho atentamente lo que me dice en un español casi mejor que el mío.

-Espero que estés a la altura de Los Ángeles, pero más que de esta ciudad en concreto, del país entero. La mitad de las veces no hay distinciones entre los casos de diferentes Estados, así que, muchos menos con los de diferentes ciudades. Esto no es España, y no es por menospreciar tu país, pero estoy casi segura de que aquello era solo un entrenamiento. El partido de verdad se juega aquí. Si no me equivoco, eres experto en divorcios. -asiento-. Bien, pues aquí los hay por un tubo. Más del 60% de la población de Los Ángeles está divorciada, en proceso de hacerlo o pronto lo harán, y como ya te he dicho, llegarán más casos de otras ciudades y Estados, así que, prepárate para trabajar de verdad. No me preguntes cómo has aterrizado en esta espectacular ciudad porque no tengo ni idea, pero si estás aquí, es porque eres realmente bueno en lo tuyo. En este bufete no trabaja cualquiera. Vamos, es aquí. -concluye, a la vez que sale del coche tras aparcar delante de un bloque de oficinas inmensamente alto-. Por cierto, mi especialidad también son los divorcios.

Lo que fue y no tuvo que haber sidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora