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Ojalá no hubiera nacido... Ojalá no me hubiera levando esta mañana... Ojalá la gente supiera que yo no elegí ser así, que este no soy yo...
Es lo que pienso cuando cierro la puerta de mi casa. Tengo que largarme de aquí cuanto antes. He dejado mi dimisión en la mesa del despacho de George antes de ir a su casa, así que, nadie tiene por qué sospechar de mí. O sí...
Salgo de mi casa sin recoger ni la mitad de las cosas que tuve que traer hace siete años, y conduzco hasta el aeropuerto.
Cuando llego, pregunto por el próximo vuelo a Madrid. Hace mucho que no veo a mi padre, pero el verdadero motivo por el que me voy de aquí es que es el sitio donde mi vida se ha jodido. No puedo seguir aquí, tengo que volver a empezar, todo me recuerda a ella.
-Hay un vuelo dentro de 45 minutos, señor García. -me responde un recepcionista.
-Deme un billete, por favor.
Pago la cantidad correspondiente y me dirijo a pasar por el control cuando alguien pronuncia mi nombre y me giro.
-¿Francisco Javier García? ¡F.B.I.! -me dice un agente, rodeado de otros tantos, que me apuntan con sus armas.
-Sí.
-Queda usted detenido por los presuntos asesinatos de Katherine Collins, Sarah Brown y George Kennedy. -me dice, esposándome-. Tiene derecho a permanecer en silencio, tiene derecho a...
-Soy abogado. Conozco mis derechos. -le digo, tranquilamente.
Me sacan del aeropuerto y me meten en un coche.
-¿Cómo han sabido que fui yo? -pregunto extrañado, ya que pensé que no dejé pistas.
-La Srta. Collins fue lista y usted tonto. Ella escribió su nombre detrás del papel y a usted se le olvidaría hacer las últimas comprobaciones... Y con respecto al señor Kennedy y la Srta. Brown... Ustedes hablarían alto y los vecinos oyen más de la cuenta. A parte, algunos oyeron gritos y se quedaron mirando por la mirilla y el vecino de enfrente le vio salir de la casa quitándose unos guantes. Después encontramos su carta de dimisión, registramos su casa y vinimos al aeropuerto. -responde el inspector-. Lo hizo todo muy bien, señor García. Pero falló en lo más fácil.

Llegamos a la sede del F.B.I de Los Ángeles y me conducen hasta una sala de interrogatorios y ahí me dejan, sentado en la silla gris, en la que llevo sentado una hora. Me quedo mirando fijamente el cristal, porque sé que ellos están detrás y por fin oigo un ruido detrás de la puerta; en la sala entra un hombre de mediana edad, trajeado y con una carpeta. Se sienta y me dice que se llama Thomas Taylor. Sé perfectamente cómo termina esto, responda a sus preguntas o no. Me meterán en la cárcel y en menos de dos semanas me inyectarán en el brazo una sustancia que acabará con mi vida.
El hombre me muestra tres fotografías de Kate, Sarah y George y comienza con un largo interrogatorio.

Podría haber empezado y terminado rápido diciendo que maté a Kate, y como consecuencia, a otras dos personas, porque no podía soportar que no me quisiera como yo la quería a ella, que la maté porque no podía aguantar verla y pensar que no estábamos juntos debido a que no me veía de la forma en la que yo la veía a ella, que la maté porque en nuestro primer encuentro, ella no me estrechó la mano de la misma manera que yo se la estreché a ella. Podría haber dicho que la maté por muchos motivos, pero los analistas, psicólogos, psiquiátras y más gente como ellos dicen que no se pueden saber los motivos por los que una persona mata, sin conocer su pasado. Ellos llaman a estos motivos "desencadenantes" o "traumas de la infancia". Yo los llamo "cosas que fueron y no tuvieron que haber sido".

Ojalá no hubiera nacido. Ojalá no me hubiera levantado esta mañana. Ojalá la gente supiera que yo no elegí ser así. Ojalá no hubiera hecho daño a tanta gente y ojalá no me lo hubieran hecho a mí. Ojalá no hubiera venido a Los Ángeles. Ojalá hubiera tenido hermanos. Ojalá mi madre no se hubiera muerto. Ojalá Kate me hubiera estrechado aquella mano durante más tiempo. Ojalá nuestra primera mirada hubieran sido más de tres segundos. Maldita la hora en la que decidí convertirme en abogado. Ojalá no hubiera existido el caso Williams. Ojalá nada de esto hubiera pasado.
Ojalá no la hubiera querido y ojalá ella me hubiese querido a mí.

Lo que fue y no tuvo que haber sidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora