La Torre ~ capítulo 2

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La madrina un día, después de que la vistiera los criados para salir, decidió pedir a uno de los adolescentes que fuera en busca de Yolanda.

Eran tres criados de confianza que ella tenía en sus garras y los usaba a su antojo. Adolescentes que Maximiliano le dio de presente por su aniversario: uno de ellos se llama Manu, es de piel morena, ojos saltones, nariz angosta. El siguiente otro chico es Paul, pelo oscuro corto, piel clara y pecoso, con ojos de color avellana. Y aquel último, era Arthur, cabello corto y rizado castaño claro, piel pálida, ojos colores miel oscuros, nariz aguileña; esté fue a quién envió deprisa a llamar a la ahijada.

Yolanda se encontraba cansada, barriendo con la escoba los pisos de la cocina sucia, luego de una mañana dura de invitados revoltosos que comieron como cerdos. Arthur llegó en ese momento, corriendo y agitado a la cocina, - pero no antes de hacer una escena vergonzosa. - El chico al intentar detenerse ante ella, había pisado el trapo del piso y se resbaló, cayendo directo entre las hoyas amontonadas a una esquina de la pared.

¡El ruido! ¡Qué ensordecedor ruido!

Tremendo sonidos de metales chocando unos con otros, ecos, despertaría hasta los muertos...

"¿Qué... pero que le pasa a esté niño? -Pensó, Yolanda llevando una mano en la boca. - ¿Por qué siempre... se cae al verme?"

- L-lindo aterrizaje... joven, Arthur. -Opina ella por primera vez de las tantas veces que el criado se cayó, sin dejar de sentirse sorprendida. - Hm ¿No te dolió?

El criado Arthur se frotó la nuca y luego la frente, lo cual pronto se le puso morado en esa parte. No antes de ya haberse rubodizado.

Al decir verdad, Yolanda casi no ha hablado con nadie de quiénes están de servicios, no interactúa de hecho, porque teme de lo que piensen los demás de ella si la encontrarán entrelazando una conversación cálida con un desconocido. No únicamente eso, de hecho, perdió la costumbre del habla, la voz para comunicarse con otros debido a la falta del contacto humano.

Pero Arthur, es... un chico tan raro. Se apena de la nada, es torpe deliberadamente y se pone nervioso las tantas veces que se cruza con Yolanda. Yolanda lo mismo, se siente tonta en solo verlo y no sabe como tratar con él las veces que la viene a buscar por mando de Rose. A veces a ella le gustaría preguntarle de donde es o como llegó a la familia, pero siempre en su intento de hacerlo la retiene, el espacio tiene oídos en las paredes.

Arthur al ponerse de pie, y levantar la mirada, cuando acordó en mirar a donde estaba la joven, vió sorprendido como Yolanda estaba frente al lavado, sumergiendo un pañuelo en un frasco de medicinas y lo sacaba para exprimirlo, luego se dió la vuelta y caminó con pasos tímidos a su dirección. Al detenerse ante el criado, ella misma estira el brazo y le frotó con el pañuelo el bulto morado de su cabeza. Arthur gimió de dolor, torciendo el labio grueso, y cerrando fuertes los ojos.

- Listo, ya quedó. -Anunció, Yolanda una vez quitado el pañuelo de su cabeza. - El chichón ya... no se ve tan mal. Eso... creo.

El criado abrió los ojos lentos para explorarla por primera vez de cerca su rostro, pero la joven ya se estaba girando de regreso al lavado. Entonces, Arthur la retuvo antes de que se distanciada más.

- Podrían reprenderte si vieran que sos amable conmigo...

Yolanda suspira. Envuelve el pañuelo en cuatro y lo posa sobre el frasco de medicinas. De espalda a él, contesta:

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