La Torre ~ Capítulo 15

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Yolanda

Un sueño de luces la obligó a despertarse sobresaltada, dándose cuenta que se había quedado dormida sin darse cuenta. Pero ella al levantar la cabeza para ver a sus alrededores a un paisaje oscuro por el crepúsculo, percató un peso sobre encima de su pecho.
Yolanda se asustó de un principio, creyó que era un oso o animal salvaje pero no fue así, al mirar su suave y esponjoso pelaje blanco sucio del lobo se dió cuenta que era el yun durmiendo, apoyado su mentón sobre sus pechos.

Yolanda se rubodizó, era tan pesado que era incómodo su postura de esa manera. Temía despertarlo y que la mordiera por el susto, así que decidió esperarlo. Pasó el rato, minutos, horas, no lo sabía. Cuando el yun comenzó a moverse un poco la chica lo llamó con voz baja y delicada.
Esté la oyó y bostezó abriendo su mandíbula y escapandole un gemido de cansancio.

Yolanda le volvió a llamar intentando conseguir que se le quitara de encima:

— Yun, yun... ¿te das cuenta? ¿te has quedado sobre mi?

El lobo volvió a bostezar y empequeció los ojos, luego se fregó la cara sobre los pechos de ella. Yolanda puso los ojos blancos de la timidez pensando: "¿Que está haciendo esté lobo loco?"
Al rato levanta la cabeza y la mira sólo para decirle...

— Buenas..., buenas noches, lady Yolanda. Hueles a dulce y... ya me dió hambre. —La miró a los ojos sin levantarse de encima, esperando su respuesta. - ¿Salimos juntos a comer algo?

Ahora Yolanda sus ojos chisparon de molestia.
"Que atrevido" -pensó otra vez con el deseo de abofetearlo si tuviera forma humana.

— ¿Yun, no tienes idea en que posición te has puesto verdad?

— Mmm... no. He... espera, espera —El lobo abrió los ojos grandes al darse cuenta a que se refería. - Te refieres... que te utilicé como helecho para dormir ¿eso?

— Claro, lobo. —Gruñó ella. - Y aún no te mueves...

— Espera, espera... no te enojes. No tienes idea de lo que hice cuando dormías... —El Yun levantó sus orejas muy altas. - Te encontré dormida y..., y... bueno, tomé la forma humana, por suerte menos mal que dormías o sinó... me verías desnudo. Lady, Yolanda así que aproveché con las medicinas para curar tus pies, poco después regresé a mi forma actual, me cansé y decidí tomar una siesta...

— ¡Yun! —Le gritó ella y el animal se levantó de un brinco.

— ¿Qué, qué hice yo?

— ¡¿Te volviste humano?!

— Lady, no..., no es lo que creés.

— Yun, si me entero de que... me tuviste tocando algo... de mi cuerpo que no sea mis pies, te estrangulo.

— ¿Me creés capaz?

— ¡No te conozco!

— No me enamoraría de ti aunque me hicieran un hechizo una bruja, ni siquiera te tocaría con una varita. No eres linda para mí para no decirte otra cosa.

Y el yun le dió la espalda, caminó unos metros adelante y se echó a recostar sobre el césped sin mirarla.

Eso tan cruel como sonó lo que el lobo le dijo, la golpeó, golpeó con sus palabras sus sentimientos.
"¿A caso me está llamando fea?" -A Yolanda se les cristalizaron sus ojos.

Vió ella con la luz de la noche que sus pies estaban envueltos por hojas redondas que producían un líquido gelatinoso transparente.
Se quitó las hojas y se colocó los calzados, quedándose a esperar sentada que el yun se durmiera.
No pasó mucho que Yolanda se levantó y comenzó a caminar dirección a la azar, las lágrimas se les escapaban. Ya no quería estar más cerca de él, no quería.

"¿Para qué me sacó? ¿Para burlarse de mi? ¿Para... utilizarme o llevarme algún lugar para venderme?
Las personas suelen llamarme fea sólo para marginar cruelmente y que me sintiera mal conmigo misma, pero un yun... ¡Un yun! ¿Un yun insultandome así?
Desde pequeña siempre he admirado a esas criaturas, respetado e intentado interactuar con ellos pero nunca pude, y ahora que... conozco finalmente a un yun, explote de alegría creyendo que eran diferentes a los humanos, de que me tratarían como una persona normal, y me equivoqué. Son pésimos, atrevidos y groseros una vez que se quedan solitarios y sin nadie que les muestren afectos, o amor, o un lugar en el trabajo, se convierten en salvajes.
Y... mira, me ha llamado fea. Puedo permitir que los humanos me llamen así pero un yun no le perdono, no le perdonaré."

Las lágrimas de la chica caían por sus mejillas mientras e intentaba atravesar los bosques sola. Los grillos cantaban, los búhos la observaban con ojos brillantes y curiosos, las hadas sacaban sus cabecitas de los agujeros de los árboles viejos para mirarla pasar.

De repente oyó unas pisadas detrás de ella. Yolanda sin voltear dijo:

— ¿Me seguiste?

— Estás... yendo camino de regreso a la torre.

— Perfecto. Eso quiero,

— No me dejes.

Yolanda volteó y lo fulminó con la mirada muy seria. El lobo y ella quedaron de frente mirándose a unos metros de separación, en silencio.

El yun agachó su lomo y comenzó a silbar lastimero intentando demostrarlo que se había arrepentido de todo lo dicho. Se daba cuenta que con palabras no iba a resultar así que él lo hizo con la mirada.

Las luciérnagas cruzaban entre el medio, los grillos callaron, y un pequeño duendecillo que pasaba por allí se ocultó detrás de un tronco para ver que estaba sucediendo.

El lobo dió dos pasos a ella y volvió hablar:

— No me dejes... lo siento.

Yolanda se cruzó de brazos sin responder.

— Nunca tuve tan solo hasta... que te conocí.

Yolanda al oír sus palabras suspiró haciéndola molestar aún más.

— Lady, Yolanda no te vayas... te lo... imploro.

Gruñó ella y se giró dándole la espalda. Yolanda se sentía agotada, con hambrienta y con sueño. Lo pensaba, y lo pensaba mientras el yun volvía hablar:

— Si te marchas yo te seguiré hasta la torre, los soldados me verán y así podrán fin a mi miseria que traigo en el corazón.

La joven regresó la mirada al animal, su cabeza estaba casi por los suelos inclinado en disculparse.

Pasó unos momentos largos de espera para los dos, hasta pronto el yun sintió una mano tibia deslizar sobre su cabeza, él no la levantó, entre cerró los ojos para disfrutar su caricia de la humana.

Ni el uno ni el otro se hablaron esa noche, Yolanda decidió seguirlo aún molesta hasta detenerse nuevamente al lado de la corriente para dormir un poco más, así dar rumbo al viaje largo que los espera a lo desconocido.

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