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~Capítulo 16: "Pequeño desliz"~

El olor a hospital me sofocaba, por lo que fue un alivio para mi salir del edificio para respirar aire libre de alcohol, medicamentos y enfermedad. Una brisa cálida me abrazó la piel, haciendo que extrañe el frío aire del consultorio de aquella doctora.

Recogí mi cabello en un desprolijo rodete, para después comenzar a caminar de vuelta a casa con el despiadado sol de verano que había esa tarde.

No fue muy difícil convencer a la mujer para que analizara los cabellos. El soborno era completamente normal en el pueblo, siempre y cuando se diera una buena suma a cambio del silencio que implica la clandestinidad. Me había quedado sin ahorros, así que esperaba de verdad obtener resultados que me sirvieran de algo.

Aunque... no tenía en claro muy bien qué hacer ahora.

Dependiendo de los resultados que obtuviese sería mi siguiente paso. La doctora me dijo que no tardaría mucho, pero aún así cada minuto cuenta.

Mi teléfono sonó tres veces ese día y no atendí ninguna llamada. Maverick estaba bastante intenso y no quería hablar con él. Debería explicárselo, pero tampoco quería verlo.

Suspiré, tratando de concentrarme.

Decidí aprovechar lo que me quedaba del día para dormir, por lo que ver mi casa al final de la cuadra fue todo un alivio. Últimamente tenía problemas para dormir, por mis pesadillas y demás, así que aquella mujer también me pasó algunas píldoras que me ayudarían a descansar mejor. Estaba ansiosa por probarlas, o mejor dicho, ansiosa por cerrar los ojos por más de dos horas seguidas, así que apresuré el paso rebuscando las llaves en mi mochila.

No vi a la señora Ross frente a su hogar, pero como siempre ella se hizo notar.

—¡Levy! —Me llamó. Dejé de buscar para dirigir mi vista a la mujer que se acercaba desde la vereda del frente. Mi cara se volvió seria y el buen humor que había conseguido se había disipado. Sé que ella no me había hecho nada, pero verla me recordaba el infierno al que su nieta me había sometido para cubrir a mi hermana.

Ya no estaba segura de nada. No sabía siquiera si Brielle no quería ser encontrada y tampoco sabía si yo tenía alucinaciones. De cualquier manera, mi cabeza terca se esforzaba por negar ambas cosas y seguir buscándola para terminar con esta situación que ya lograba sobrepasarme.

La mujer se acercó con la velocidad de una anciana. Decidí esperarla antes de entrar a casa por respeto, pero lo único que me apetecía era entrar y cerrarle la puerta en la cara.

—Hola —Me limité a decir una vez que me alcanzó.

—Bonita, te estuve buscando todo el día —mencionó acomodando sus cabellos que el viento había despeinado.

«Bonita».

La imagen de Connor se me proyectó al instante, recordando lo nervioso que se sentía mi corazón cada vez que lo pronunciaba con tanta ternura y picardía.

Aparté su recuerdo enseguida y volví a prestarle atención a la mujer.

—La fiesta de fin de año se celebrará en el salón de la iglesia. Tú y tu madre están invitadas, desde luego. Así que si colaboran con algún pastel...

Libres de pecado - [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora