20

51 2 142
                                    

~Capítulo 20: "Enemigo en común"~

Observé mi casa desde la oscuridad de las sombras. Las llamaradas habían consumido por lo menos la mitad de la estructura, y aún después de horas, bomberos y vecinos trabajaban para apaciguar el fuego.

«Son solo cosas materiales»

Esa frase daba vueltas en mi cabeza, como un vano intento de convencerme de que no había sido gran cosa. Pero había una parte de mí que se rompía una vez más observando aquella imagen, en donde no sólo las paredes y las puertas se volvían cenizas sino también todos los recuerdos que tenía allí con mi familia.

Infinidades de travesuras de niñas, noches en vela con mi hermana, desastres en la cocina, charlas con Maverick criticando a todo el pueblo, correteos por el jardín delantero mientras mamá arreglaba las flores con un hermosa sonrisa...

Me daba gracia recordar la última vez que observé mi casa con pena. Estaba acompañada del falso rubio, contándole lo mal que se veía mi jardín y lo deprimente que se sentía, para que él lo volviera puro dolor. No sé qué estaba pensando en contarle todo eso. Ahora lo sentía como una burla por donde lo mirase. No sólo porque si mi casa antes daba lástima ahora daba asco, sino porque en el bar hizo las cosas de la misma forma y yo soy la única que lo sabe... Podría ser una casualidad, pero ya no creo en ellas.

Luego de huir de la casa de Maverick llegué hasta mi vecindario y me escondí entre unas plantas otra vez. Parecía ser mi escondite predilecto.

Los vecinos se amontonaron como de costumbre y nadie me notaba por el escándalo que producía el fuego. Ví llegar a Conrad y buscarme con discimulo, sin saber que me tenía justo a unos pasos. Vacilé en largarme por miedo a que me viera, pero desistí la idea. No tenía mejor opción.

Así que me quedé. Observé cómo extinguieron el incendio y cómo se llevaron a mi madre al manicomio.

Pasé la noche entera mirando el desastre que era mi hogar ahora, escondida entre ramas y hojas sin atreverme a cerrar los ojos y ser descubierta.

Seguro que era una sospechosa ahora. No había estado en mi casa por días por evitar a Conrad, había abandonado a mi madre que tenía inestabilidad mental y tenía una lastimadura de dudoso origen que me haría tener todos los ojos de la policía sobre mí.

Y lo peor es que no podía defenderme. Mis pruebas ya no existían. No tenía evidencia, no tenía casa, no tenía fuerzas...

Tanto Maverick como la señora Ross se fueron en la ambulancia que llevó a mi madre. Conrad los siguió. Bennet se quedó hasta que el último bombero se fue. Antes del amanecer ya no quedaba ni un chismoso en la cuadra.

Las vendas ya no eran suficientes y me dolía todo, desde las heridas en mi piel hasta las lesiones de mi alma. Tengo que admitir que este golpe no me lo esperaba, y fue quizás lo que hizo que el impacto fuese tan duro.

Tanto los planes como la cordura se me estaban acabando. Tenia un último intento aún pero era tan impredecible que no sabía qué tan bien podría salir. Así que reuniendo los pedazos rotos de mi ser, me levanté a tocarle la puerta a mi vecino.

Si lo había elegido, no era por sus habilidades en protección personal ni por lo mucho que lo apreciaba, sino por el hecho de pelearse con Conrad el día que lo conocí. Recuerdo a la perfección cómo el chico cruzó a mi jardín escondiéndose del hombre que le apuntaba en la sien, lo había hecho enojar y desempolvar su pistola. Lo salvé esa vez, pero dudo que se acerque por estos lados nuevamente.

Libres de pecado - [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora