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~Capítulo 21: ¿Fin de mentiras?~

—¿Y? —observé al señor Arnol que estaba detrás de mí. —Mejor, ¿no?

El anciano torció la boca en un gesto poco convencido. Bajé el arma relajando mi postura, decepcionada de su reacción.

Habíamos estado toda la tarde en el bosque disparandole a latas en busca de una puntería que yo no poseía. Sin embargo, ayer en mi primer práctica, las cosas habían acontecido mucho peor, así que a pesar de no tener su visto bueno, yo lo veía como una gran mejora.

—Volteé una —le insisto por si sus ojos prehistóricos no habían logrado verlo.

—Si, niña. Una de mil intentos... —se acercó y tomó el arma de mis manos recargando más balas antes de devolvérmela.

—Mire, puedo hacerlo de nuevo.

Me posicioné como el hombre me había enseñado y me concentré en una de las cinco latas que estaban a unos cuantos metros.

—Estás muy tensa... Ese es el problema —dijo en cuanto erré el tiro. Lo miré frustrada. Odiaba cuando las cosas no me salían. —Tienes que relajarte. No te sale porque estás pensando en que no te sale.

Volví mi atención a las latas, reanudando la posición. No disparé, sencillamente me tomé unos minutos en busca de concentración. Cerré un ojo para más precisión. El arma comenzó a temblar ligeramente en mis manos, los brazos se me cansaban. Disparé. Nada.

Resoplé de mal humor, intentando otra vez.

—No hay caso —dije moviendo mis hombros en círculos para relajarlos —no tengo puntería —volví a la posición sin querer rendirme.

De reojo observé su pose intimidante. Tenía las piernas separadas y ambas manos juntas detrás de su espalda. Frente en alto, facciones serias. El señor Arnol respetó mi silencio, quizás porque sabía que no tenía caso.

Lo sentí moverse, distrayéndome de mi objetivo.

—Tómate tu tiempo, nadie te está apurando —comentó pasados unos minutos.

No estaba concentrada, así que alejé mi dedo del gatillo que estuve a punto de apretar. Suspiré.

Nadie me está apurando.

—Estoy seguro de que sí tienes puntería —continuó —está en tus genes, tu padre era un excelente...

Disparé. Acerté.

Bajé mis brazos encarando al hombre y pasando desapercibida la alegría de haber dado en el blanco. Él sonreía, casi burlón.

—O solo te menciono a tu padre y...

—Ya podemos volver —lo corto entregándole la pistola.

La acepta sin perder el brillo de diversión en sus ojos. Lo ignoro, tomando mi abrigo de un tronco que había por ahí.

—Ya que estamos hablando de él... ¿Cómo está?

Apreté la mandíbula mientras le daba la espalda abrochando los botones de la campera. Me acomodo la ropa y me desato el cabello a la vez que me recuerdo todo lo que el señor Arnol me estuvo ayudando estos días y el porqué no debería mandarlo a la mierda aún.

—No lo sé... —encogí mis hombros volteando. Busqué sus ojos para dejarle claro lo siguiente —Y tampoco me importa.

—Bien —aceptó alzando sus manos —solo recuerda su existencia la próxima vez que vayas a disparar.

No sé qué clase de obsesión tenía con preguntar acerca de mi progenitor. Estos dos días hacía pobres intentos para sacarlo como tema de conversación mientras yo trataba de ignorarlo.

Libres de pecado - [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora