Hace cinco años: Colapso

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Habían peleado bastante esa semana. Bastante, y aunque se reconciliaban, ella no había dejado de pensar que todo se deterioraba lentamente.

Sí, estaba preocupada. Sobre todo porque no le había dicho al Nara lo que había hecho, y el estómago se le revolvía por aquel secreto. De cierta forma... sabía que no había sido correcto. 

Estaba esperando ahí, afuera de la estación, a que él llegara a buscarla. Irían a la casa de los padres de él a almorzar. Y a pasar toda esa semana en realidad.

En eso lo vio, caminar hacia ella desde la otra calle, y ella le sonrió algo nerviosa.

—¡Me aceptaron en Rusia!—exclamó a la distancia.


Ella levantó sus cejas sorprendida por tanta efusividad en la noticia.

El llegó a su lado y la abrazó.

—¡Estoy en Rusia!

—Felicitaciones—disimulando su incomodidad, ella lo abrazó también.

—Celebraremos esto con chocolate caliente —la estrechó fuertemente y escondió la nariz en su cabello—. Con mucho chocolate caliente. 

Él la estrechó un poco más y luego la soltó para tomarle la mano y comenzar a caminar.

—Va a llover en cualquier momento—agregó ella con una sonrisa algo forzada.

Luego de esa semana, comenzarían a arreglar las cosas que debían empacar.

—Al fin voy a ir a Rusia —sonrió, mirando la ciudad con más animo y energía—. De la emoción, reservé nuestros pasajes anoche.

A ella se le revolvió el estómago.

Siguieron caminando mientras la rubia pensaba la forma en la que debía decirle. Porque mejor sería pronto decirle.

—Mira, es la tienda donde solíamos venir con tus padres en invierno —Temari se detuvo al ver la vitrina llena de galletas y pasteles.

Shikamaru miró y se encogió de hombros.

—Ya casi es invierno, deben tener chocolate caliente. —miró el cielo—... en cualquier momento se largara a llover. ¿Quieres pasar?

Temari se quedó pensando.

—No... no lo sé. —No tenía ganas de comer nada en realidad. Se acurrucó mejor en su bufanda y volvió a mirar hacia el frente. No comería nada hasta decirle al otro lo que tenía que decirle.

Ella comenzó a caminar, y él la siguió sin comprender qué había pasado.

Se acomodó mejor su bufanda roja. Y luego la miró.

—¿No tienes frío?

—No... Quizás un poco. ¿Tú?

—No —él volvió a mirarla algo extrañado—. Con la bufanda y la chaqueta no me da frío.

Ambos se miraron, y ella sonrió.

—Me gusta como te queda esa chaqueta con la bufanda—ella volvió a mirar la vista en frente.

Él asinitó y volvieron a caminar en silencio.

Había llovido hace un rato, y el pavimento seguía mojado. Temari miró los arboles. Ya todas las hojas eran naranjas, y comenzaban a quedar pocas. Faltaban dos semanas para el invierno, y cuando viajaran, llegarían a Europa a inicios de verano.

En eso, ella notó que él la estaba mirando.

—¿Qué sucede?—ella giró su rostro levemente.

No sin tu compañíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora