17 - En el subsuelo

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⚡¡Cuidado!⚡ Capítulo NO APTO para asustadizos.

Denle su valentía a Emma. 💗

Muevo la linterna en busca de carteles para saber dónde estoy

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Muevo la linterna en busca de carteles para saber dónde estoy. Internamente, y no sé por qué, mi mente está a la expectativa de encontrar alguna escena digna de una película de terror. Soy una masoquista, lo sé; pero es que después de lo ocurrido con los drones, haber encontrado las identificaciones de toda la ciudad, y con Olaf ya no puedo esperar por algo mejor y eso me aterra.

En mi mente solo está la insidiosa idea de... «¿Y qué es lo que vendrá?».

El lugar me asusta, y me arrepentí de haber entrado tan solo cuando habían pasado unos pocos segundos. Sin embargo, sé que como estoy —y estaré— atrapada en esta isla por tiempo indefinido, la información debo conseguirla por mi cuenta.

La necesito.

Con las comunicaciones cortadas y lo poco que llegué a leer en la estación, no es suficiente. No sé en quién confiar, no sé si en cuanto me vean las personas de eso trajes me matarán, no sé si ya estoy muerta.

Vuelvo un puño la mano con la que sostengo la correa de Syria y me clavo las uñas en la palma. El aire comienza a sentirse pesado y cada respiración es una agonía. Quema mi pecho por dentro y se me hace imposible poder inhalar de forma correcta. Siento que me moriré ahogada porque no puedo respirar. Cierro los ojos para intentar calmarme, para llamar a la lógica y a la razón, pero la oscuridad absoluta solo logra que me altere más. Los abro y, desolada, noto que no me puedo tranquilizarme, que el ahogo es cierto y que, si sigo así, moriré.

Syria suelta un sollozo al percatarse de mi estado. Ella se acerca a mí y con su hocico comienza a darme topetazos en la mano. Luego, como no funciona, me empieza a lamer los dedos. Es extraño; sé qué es lo que está haciendo, pero no soy capaz de dejarme llevar por sus acciones. No sé bien cuántos minutos pasan cuando empiezo a «sentir» sus actos. Deshecha, me arrodillo a su lado y la abrazo. Entierro mi cara en su pelaje y me quedo así por quién sabe cuánto tiempo. No me importa estar incómoda ni que ella apeste o que estemos presas en un hospital en busca de algo que no sé si podré hallar. Syria no se inmuta ni se mueve, solo espera. Deja que sienta su calidez sin siquiera intentar librarse de mis pegajosas manos.

Una vez recompuesta, retomo mi caminata barajando en mi mente la certeza de que los ataques de pánico son cada vez más seguidos. Sin embargo, esta vez no he sucumbido al llanto y no sé si eso es bueno o malo.

Sigo caminando por el pasillo y encuentro unas escaleras que, según la señalización, bajan hacia el área de las oficinas administrativas. Tras dudarlo por unos cuantos minutos, y no encontrar nada de utilidad en el pasillo y los consultorios aledaños, decido bajar.

No obstante, cuando ya he bajado un piso, me percato de que las escaleras siguen por unos cuántos metros más. La duda me carcome, me parece ridículo que vayan hasta el estacionamiento ya que la ubicación en donde estoy es demasiada extraña para un lugar así.

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