34 - Shapes

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NaiiPhilpotts

El salitre del océano llega a mí como el aroma de una comida de la infancia por la que tienes reservas

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El salitre del océano llega a mí como el aroma de una comida de la infancia por la que tienes reservas. En cuanto me acerco a las puertas, noto que tienen una traba electrónica. Me pregunto si pasar será sencillo o es alguna clase de señal para que no lo haga. En teoría, deberían abrirse solas al notar mi presencia, pero, por obvias razones, no ocurre.

Apoyo mi mano en el cristal y empujo con fuerza hacia hasta que, por fin, comienza a ceder. Pongo todo de mí para que la puerta continúe arrastrándose hasta que se abre por completo sin mayores inconvenientes.

Los primeros pasos siempre son los más difíciles, más dentro de un lugar donde ni mi imaginación puede ayudarme con lo que podría contener aquí dentro.

La recepción parece estar congelada en el tiempo. El polvillo flota a contraluz como la magia brillantes de las películas infantiles. Me hace picar la nariz y debo contener las ganas de estornudar. Llevo mi mano a la punta de mi nariz y me la froto para dispersar mis ganas.

Syria estornuda por mí. Por más que quiera sonreír, no puedo hacerlo. El lugar no me lo permite. Además, debo apresurarme. Aún me quedan unas cinco horas de luz del día, pero de igual modo tengo que ser rápida. No quisiera que caiga la noche conmigo aquí dentro.

El usual dolor de estómago que me agarra cuando estoy nerviosa me asalta y me sorprende, hacía tiempo que no me atacaban estos nervios tan agudos. Limpio mi mano contra mi ropa y seco el sudor que se acumula en mis palmas.

Pensé que me había acostumbrado a los lugares abandonados, pero veo que no es cierto. El miedo ha comenzado a abrazarme como un viejo amigo con derechos, y yo me siento muy incómoda con sus manos sobre mi cuerpo.

Observo el espacio que ocupa la entrada. Hay varios sillones para esperar y dos pasillos. Todo el sitio es blanco, incluso los cuadros y los detalles en la mueblería. Con Syria a mi lado, me acerco al gran escritorio curvo de información, el cual está perfectamente arreglado. En él hay tres sillas, estilo oficinista, también blancas, a juego con la increíble pulcritud y el minimalismo del sitio. Casi que puedo imaginar a las personas que trabajaban aquí, con batas blancas o uniformes blancos, y un perfecto orden hasta en sus peinados.

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