3 - Un segundo

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NaiiPhilpotts 


El aromatizante de ambiente larga su agradable aroma a vainilla en cuanto entro en el baño

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El aromatizante de ambiente larga su agradable aroma a vainilla en cuanto entro en el baño. Su «chist»  suena detrás de mí, casi que a la altura de mi nuca, y me hace pegar un chillido. Frunzo el ceño con rencor mientras meto un pie en la bañera. Sé que un día de estos ese aparato de porquería me va a matar de un infarto.

Mientras me lavo el cabello y dejo que la tina se vaya llenando poco a poco, me concentro en la música. Tarareo las letras que me acompañan desde mi niñez y que amo más que lo que se escucha en la actualidad.

Me enjuago la cara mientras me hundo en el agua y dejo que la quietud se lleve mis preocupaciones. Pronto, pierdo la noción del tiempo y no sé si me he quedado dormida.

Adormilada, abro los ojos con una pereza abrumadora. Estoy a punto de decirle a Gael que no quiero ir a la fiesta de Shai porque me siento mal. Solo me apetece quedarme en mi casa y mirar series en el sofá. Me dejo llevar por la música que retumba incluso dentro de mi cuerpo y comienzo a cantar.

Me levanto agarrándome del borde de mármol y con el pie quito el tapón de la bañera para que el agua se empiece a ir. Vuelvo a abrir la ducha para enjuagar los restos de jabón que se me pagaron en el cabello mientras canto, ahora, a viva voz.  Es raro que suela cantar, se me da fatal y ni siquiera es algo que me atreva a hacer a solas.

Cierro las canillas del agua y me estiro para tomar mi toalla que dejé colgada en la barra de la cortina del baño. Se me paraliza el corazón. En el instante en que se da el cambio de canción , escucho el ruido de un cristal enorme que se añicos.

«La mesa», pienso alterada mientras me envuelvo con la toalla.

Bohemian Rhapsody suena en toda la casa a un ritmo ensordecedor. Quiero salir de la bañera, pero me paralizo. Miles de gotas tibias bañan mi cuerpo con delicadeza, mi corazón se acelera y bombea más sangre de la que puede procesar. El miedo inhumano me domina en el momento en que comienzo a hiperventilar.

Y oigo un grito. Quiero decirle a mi teléfono que apague la música y que llame a la policía; pero mi voz no sale. Estoy muda. Me miro las manos y me tiemblan presas del pánico.

Las milésimas de segundos corren demasiado rápido. Cuando reacciono y estoy por dar un paso al frente, una persona vestida de negro, con la cara completamente cubierta con algo que parece ser una máscara antigás, irrumpe en el baño.

Un grito desgarrador trepa por las paredes de mi garganta. O eso creo que hago porque no soy capaz de escuchar mi propia voz. La única señal de aquello es que, en cuanto cierro la boca, mi garganta arde del dolor.

SolaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora