Esta última semana se podría decir que resume perfectamente mi paso por la UCI. Ha habido momentos en los que he sido inmensamente feliz y otros en los que hasta he llorado al lado de un paciente.
Fue rara, pero la guinda perfecta para esta experiencia. Ahora se que si vuelvo a caminar por eses pasillos será solo por que, aún consciente de todo lo que se sufre, quiero estar ahí, siento que tengo que estar ahí.
Empecemos por el Lunes:
No escribí nada de ese día, había sido malo, mi estado de ánimo no ha mejorado desde a semana pasada. Soraya no estaba y a mi me daba pavor entrar ahí y no conocer a nadie, pero tuve suerte, estaba Ana, una alma de UCI desde hace muchos años, ella me ayudó, me entendió, me respetó y al final de la jornada hasta me lo agradeció. Es una mujer de armas tomar, se nota solo al verla caminar, es ese tipo de mujer que yo quiero ser.
(También estaba la gilipollas del primer viernes, no la aguanto, me jodió todo lo que Soraya me había dejado encargado a mi, en el martes lo explico.)
El martes fue el mejor día de todos si de sentimientos hablamos.
Al bajar al descanso me encontré a la mujer de Jorge, le pregunté como estaba y me dijo que había mejorado mucho, que estaba muy agradecida con todas nosotras y me compartió su miedo, su dolor, su desesperación, pero también toda la alegría que vino después, cuando vio a Jorge mejorar. Estuve hablando con ella diez minutos, los diez mejores minutos que pasé allí dentro. Aquella conversación me marcó, me marcó demasiado, tanto que de verdad me estoy planteando estudiar Enfermería, ¡YO! La niña que detesta los hospitales...
Estar allí con ella me hizo olvidarme de todo lo que me pasó en planta. Olvidar que Soraya me había echado la bronca por que los otros habían hecho mal el trabajo y yo no le había dicho nada, me echó la bronca a mi por que la gilipollas del palo metido por el culo se tomó la libertad de pedir fenta a la farmacia, de ir a buscarlo, de hacer todo lo que le salió del alma. Soraya me enfadó tanto, tanto que en medio de una higiene, en la que me volvía a decir:
-Pero... ¿tú no supiste decirle a la gente que te había dejado encargada de todo? Os dejo solos un día y me destrozáis la UCI.
Le contesté, yo, que hace años que no contesto a nadie ya por simple pereza.
-Soraya... ¿Tú te crees que a mi me hacen caso? Por que no. Para que dejasen las cajas del pedido dentro tuve que decirlo tres veces, y hasta que hablé con Ana y ella me dio la razón hacían como si yo no existiese.
Se cayó, se quedó pensando y seguimos con la higiene.
Me encanta que confié en mi, que me tenga aprecio, que sepa que puedo hacer todo lo que me proponga y todo lo que me digan, pero no entiendo como puede esperar que sus compañeros hagan caso a una ALUMNA a la que ni siquiera la consideran como una igual, como una persona igual, si no como alguien que está más abajo que ellos.
Es triste.
Me tratan mejor las enfermeras (por que son todas enfermeras) y el equipo médico que mis propias compañeras de profesión.
Pero las cosas con así, la vida es así, a veces, quien más te tiene que apoyar es quien te pisa el cuello en cuanto puede.
Pasé el día triste, no quería dejar esto, no quería salir de aquí aun que quedarme significase seguir aguantando que me traten con desprecio, pero llegó Rosa (que estaba en UCI COVID) y me dijo una frase que me alineó todos mis sentimientos. Le dije que era mi última semana aquí, ella me miró y me contestó.
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una TCAE en PRÁCTICAS
Non-FictionNatalia,una chica sin vocación,demasiado sensible y con infinidad de miedos, tiene que enfrentarse a todo lo que teme al entrar en ese hospital.