Oceanográfico

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OCEANOGRÁFICO


Las puertas del ascensor se cerraron con un leve chasquido después de que Alejandro Fortuny y Pere Quetglas entraran con paso cansado en el piso superior del edificio de los Mares Templados y Tropicales. Inmediatamente empezaron a sudar a chorros, el calor allí era espantoso; numerosas lámparas de mercurio, que producían luz del día dentro de las peceras, provocaban un aumento de la temperatura y la condensación hasta niveles ecuatoriales, así que con un solo gesto ambos se deshicieron de sus corbatas y las guardaron en los bolsillos de sus chaquetas.

-Espera por aquí - dijo Fortuny cansinamente.

-Está bien - replicó Pere - Echaré un ojo... - Se sentía desfallecer a causa del opresivo calor, pero le podía su innata curiosidad científica, de hecho había asesorado intensamente a Fortuny sobre el filtrado y la depuración del agua en el año de apertura, el años dos mil tres. Las cifras de aquel gigantesco complejo mareaban: ciento diez mil metros cuadrados de extensión, cuarenta y dos millones de litros de agua salada extraída directamente del Mediterráneo y depurada cada cuatro horas por ciento un filtros. Casi todo el mundo pensaba que el agua de los mares era exactamente igual en cualquier lugar del planeta, pero no era así. Igual que en la composición de los suelos de tierra existían diferencias sustanciales, suelos carbonatados, húmicos, ricos en aluminio, aluviales, etc., lo mismo ocurría con el agua de los diferentes mares y océanos. De este modo los peces tropicales de la zona del Mar Caribe y el Golfo de México vivían en un agua con 0,35 gramos por litro de cloruro de estroncio y mínimas concentraciones de cloruro y sulfato neutro de sodio. En cambio la zona Mediterránea, en su calidad de mar cerrado, se caracterizaba por altas densidades de bromuro de sodio, hasta 0,256 y de fluoruro de sodio, llegando hasta 0,50 gramos, letal para muchas especies marinas. Soltar a especies no aclimatadas en un agua de otra parte del planeta sería como depositar de repente a un ser humano nacido al nivel del mar en la cima del Everest, de ahí la vital importancia del complejo sistema de depuración con sus veinticinco kilómetros de tuberías. Además estaba el tema de la temperatura, había que adaptar el agua a temperaturas de doce, dieciocho, ventiún y ventiséis grados, respectivamente.

La Venganza de la Tierra. Mare NostrumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora