En el alféizar

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Mientras tanto, sin que ella se percatase, su compañero Miguel había atendido cinco nuevos casos de picaduras de medusas en la habitación contigua, en principio todas sin aparente gravedad, solventadas con una solución saturada de sulfato magnésico en una solución de cloruro sódico en la proporción 3.5 gramos/100 mililitros, para desactivar los nidocitos.

No lejos de allí, al cabo de dos horas de haber abandonado el puesto de socorro, el niñito que había sido atendido por Miguel a causa de la picadura de una medusa se cayó al suelo a plomo en el salón de la casa de sus padres, en el pueblo de Son Carrió. La madre gritó y el padre gritó levantando su cuerpecito lacio de las baldosas, entonces el niño abrió de nuevo sus ojos, ahora furibundos e inyectados en sangre, atenazó la cabeza del padre con las manos crispadas y mordió con una fuerza descomunal su mejilla izquierda. Algo más tarde la terrible y diabólica expresión de su mirada heló la sangre a todos los miembros de los equipos de emergencias que acudieron a la llamada de la madre.Mientras tanto en S'Illot la playa se había vaciado, apenas algunas personas permanecían ya sobre sus toallas ante la puesta de sol sobre el mar encalmado y violeta, viendo amalgamarse el día y la noche sobre el agua, menguar la claridad y desaparecer las sombras, convertirse todas en una. Odisea continuaba sentada en el alféizar de la ventana contemplando aquel paisaje, ajena a todo lo que no fuera su debacle interior y sin poder evitar preguntarse una vez más porqué estaba cayendo en esa espiral de dolor. Sin embargo, la razón latía palpable delante de sus narices: Su padre, Ernesto Pascual Melis, se había suicidado, ahorcándose, cinco años atrás, después de perder todas sus empresas y dejarlas en la ruina a ella y a su madre.De pronto un rumor de voces elevándose sordamente entre el bordoneo de las olas la sobresaltó. Juan Carlos y otros tres socorristas venían concentrados y sudorosos transportando la zodiac desde el agua en dirección al garaje situado debajo del puesto. Habían tenido que salir con la lancha sobre las dos de la tarde para ayudar a la Guardia Civil a recuperar el cuerpo de un ahogado, una de las tareas que nadie deseaba que le tocara en suerte. Iban ya cinco cuerpos encontrados en lo que llevaban de semana flotando en el mar o junto a las rocas de los acantilados de la Punta de n'Amer, la reserva natural que hacía las veces de separación entre las playas de S'Illot, Sa Coma y Cala Millor. Todos los cadáveres eran recientes, cuatro hombres y una mujer, pero presentaban un extraño proceso de descomposición, un estado gelatinoso pero sin indicios de putrefacción que obligaba a los doctores del Instituto Anatómico Forense de Palma a devanarse los sesos sin haber hallado todavía una lógica demostrable. Tampoco habían sido mordisqueados por los peces, lo que añadía, si cabe, mayores enigmas a aquellos misterios. Odisea se bajó de la ventana de un brinco y salió corriendo hacia el garaje del piso inferior. De repente se había puesto muy contenta.Saltó de una vez los escalones que le quedaban hundiendo los pies en la arena y se asomó a la puerta.

La Venganza de la Tierra. Mare NostrumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora