¡Es un shock hipovolémico!

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Miguel salió y volvió a entrar al cabo de un minuto afirmando con la cabeza.

-Se han bañado, todo el grupo. Y echan de menos al tal Björg, el novio de la chica, no le encuentran por ninguna parte... - no había terminado cuando la joven herida abrió los ojos y se incorporó, con la espalda enhiesta, sobre la mesa. Odisea lanzó un grito de terror. La chica gimió y volvió la cabeza mirándola con ojos desorbitados, a continuación vomitó una gran cantidad de sangre con tintes verduzcos sobre sus piernas. Acto seguido empezó a convulsionarse y cayó al suelo.

Gonçalvo y Tomás se asomaron en aquel instante: "¿Pero qué demonios ocurre?", dijo el primero, al abrir la puerta de la calle la habitación se llenó del discontinuo vaivén de las luces de la ambulancia aparcada sobre el paseo. Había un intenso tufo a amoniaco proveniente del vómito de la joven. Una muchedumbre se apelotonaba en la calle rodeando la ambulancia.

- ¿Estáis bien? ¿Qué ha ocurrido? - repitió Gonçalvo.

- Se ha... se ha... - empezó a contestar Odisea.

Como si estuviera esperando sus palabras, el cuerpo sobre las baldosas empezó a convulsionarse de nuevo. Ahora el rostro se le había vuelto blanco, como el mármol.

- ¡Es un shock hipovolémico! - gritó Juan Carlos.

El shock hipovolémico era una pérdida severa de sangre y líquido que hacía que el corazón fuese incapaz de bombear suficiente sangre al cuerpo y muchos órganos dejasen de funcionar. Paradójicamente, y como último movimiento sumario, el estado repentino de hipovolemia podía otorgar una fuerza inusual a las extremidades de la persona que lo padeciera.

- ¡Hay que salir volando al hospital! ¡Odisea, trae la Norepinefrina! - Odisea oía los gritos de Juan Carlos, pero a lo lejos, como en un limbo, y su cuerpo no se movió del sitio. Aquello era demasiado, se le estaba haciendo intolerable y no lo podía asimilar; había estado a punto de morir ahorcada no hacía más de veinte horas y ahora aquella chica se incorporaba en la camilla y la miraba de una manera que... debía estar volviéndose loca, o debía de haber muerto ella misma la noche anterior y se encontraba en una especie de infierno, a la espera de algo, o...

- ¡Miguel, ve tú! - ordenó Juan Carlos.

Miguel soltó a la chica, cuyo cuerpo se debatía en violentos espasmos como si algún ser bestial se hubiera apoderado de sus entrañas y se dirigió a la otra habitación, pero tuvo que regresar de nuevo a la sala de curas porque Juan Carlos tenía las llaves del grueso candado que vedaba el estante de los medicamentos, había habido robos por las noches. En la sección de adrenalinas revolvió entre multitud de cajas hasta encontrar la Norepinefrina; ésta se usaba para incrementar la cantidad de sangre bombeada al corazón y en consecuencia el gasto cardíaco.

La Venganza de la Tierra. Mare NostrumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora