ELLA. ELLOS. LOS INOCENTES

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S'ILLOT. ESTE DE MALLORCA . MES DE AGOSTO

La madre venía con el niño en volandas, fuertemente asida su resbaladiza mano; caminaban con torpeza sobre las pequeñas e inconstantes dunas de arena. Se hallaban en un extremo de la pequeña y recatada playa de S'Illot, junto a la rada del antiguo puerto, ahora en desuso. Hacía mucho calor, el sol golpeaba con furia sobre las calles y hasta las piedras más pequeñas arrojaban sombras en el suelo. La mujer cogió al niño por debajo de las axilas y lo aupó dejándole de pie sobre el muro de hormigón que delimitaba la playa; después ella se sentó sobre el muro, levantó sus piernas y las traspasó.

-No las toques, te lo dije, mira que te lo dije, que no tocaras las medusas ¡Ahora no llores, por tonto!

Las baldosas cerámicas del paseo resultaron muy frescas en comparación con la abrasadora arena, así que aceleraron el paso. El niño, al ver su objetivo, que era el puesto de socorro de la Cruz Roja, plantó sus pies con determinación e inició un llanto quedo, como un maullido.

-¿Y ahora qué te pasa? ¡Qué camines, te digo! ¿Por qué tienes que estropearlo siempre todo? ¡Ay, qué me vas a matar! ¡Qué me vas a matar en vida!

La mujer tiraba del niño; sus pies rebozados en arena resbalaban sobre el pavimento. Llegaron así al viejo puesto de paredes desconchadas donde una socorrista se apoyaba en la fachada blanca justo en el centro de una gran cruz de un desvaído rojo mate. La mujer conocía a la chica. Se llamaba Odisea Pascual Vicenç. El puesto de primeros auxilios, sobre el que pesaba una orden de cierre desde hacía varios años debido a su poca actividad, consistía en una construcción cuadrangular de dos habitaciones. Sobre el tejado había una silla bajo una sombrilla azul que servía a los socorristas como torre de vigilancia. También había una escalera de mano en un lateral, desde la arena, para subir al tejado.

-Tocó alguna medusa -le dijo la mujer a la chica, jadeando y empapada en sudor, después de haber observado durante segundos unas marcas rosadas que le rodeaban la garganta -pero en las manos no tiene nada, ha sido en los pies y en los tobillos, se ve que pisoteó una que se había quedado en la orilla...

-Está bien, lleve al nene allí adentro, a la habitación de la izquierda... - le indicó la socorrista con esfuerzo. Llevaba el pelo rizado en compactos y pequeños bucles, a media melena; en el brazo izquierdo un gran tatuaje de Slash con la guitarra frente a la iglesia y el cementerio en November Rain, varios aros en las orejas, un short rojo y una camiseta blanca de algodón con las palabras "Cruz Roja Española". -¡Miguel!- gritó a continuación. En el portal apareció un chico de semblante atezado y perplejo, el mismo uniforme que ella excepto en el calzado.

-Medusas, igual que los anteriores...

-Pasen - indicó el chico.

La Venganza de la Tierra. Mare NostrumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora