El capitán del Ramón Llull, llamado Manel Antich Ordinas, que oteaba en ese instante la inmóvil superficie del mar en busca de algún derrelicto peligroso, vio los principales faros de Mallorca destacándose ya en lontananza, sobre el precioso atardecer. Estaba más que contento, iba a obtener unos jugosos incentivos por su participación en los beneficios de la compañía aquel año de overbooking total en los ferries de Balearia. Levantando sus prismáticos observó a babor la estela de un veloz yate que parecía dirigirse hacia Palma.
- ¡Alberto, mira! - le dijo al Oficial de puente. -El Lady Moura...
No era extraño en aquellas fechas divisar al espectacular Lady Moura, uno de los yates privados más grandes y costosos del mundo, surcando las aguas de las Baleares, con sus cuatro niveles, sus ciento cinco metros de largo y diecinueve de ancho. El capitán Antich sonrió de nuevo, satisfecho. La violácea opacidad del mar en su transición hacia la noche, el contorno de la Sierra de Tramontana veteada de rojo por el sol poniente, el aire marino impregnado de yodo y de aquella primitiva atmósfera, en fin, las formaciones de cormoranes regresando a la costa tras un día de pesca en alta mar, todo parecía perfecto y nada hacía presagiar cambios fundamentales en ese día de Agosto en la ruta entre Ibiza y Palma.
Y para un marino la monotonía era lo mejor del mundo.
De pronto el primer oficial levantó sus prismáticos con un gesto rápido y preciso, algo que hizo enarcar las cejas al capitán. Enseguida le miró de soslayo. Conocía muy bien a su Oficial de puente Alberto Llinás, y sabía lo que significaba aquel gesto. El segundo y tercer oficiales y una alumna de náutica en prácticas se acercaban ya, con gesto tenso y alerta.
- ¿Qué hay, Alberto?
-A estribor... - dijo el otro. -A las tres y cuarto...
El capitán también levantó sus prismáticos. Eran unos Geonav Searanger III equipados con un compás interno iluminado con una escala anexa que permitía calcular distancias y alturas.
-Pero qué demonios... - musitó inmediatamente.
- ¿Qué es? - dijo Roberto Ajenjo, el segundo oficial. - ¿Son olas?
-Sí, parecen olas de gravedad - respondió dubitativo el capitán. - ¿Qué escala de Beaufort tenemos?
La Escala de Beaufort era una medida empírica basada principalmente en el estado del mar, de sus olas y de la fuerza del viento. Había sido creada por el almirante irlandés de la Royal Navy Sir Francis Beaufort alrededor de 1805.
El segundo oficial echó un rápido vistazo a sus instrumentos.
-La escala señala número uno, capitán. Ventolina.
ESTÁS LEYENDO
La Venganza de la Tierra. Mare Nostrum
General FictionIsla de Mallorca, tras un vertido de organoclorados en el mar un caluroso mes de agosto las costas aparecen tapizadas por espesos cardúmenes de medusas. La socorrista de la Cruz Roja Odisea Pascual atenderá los primeros casos de picaduras mientras l...