Capítulo XLVI

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Ellos esperaban encontrar muchas cosas, de preferencia, el barco del Conde antes de llegar al Ryūgū-jō, pero lo que no esperaban era que aquel castillo que hacía un año habían hundido y destruido estuviera en la superficie. Había pasado una hora, una larga hora de cabalgata sobre aquellos caballos que iban a toda velocidad. No se habían encontrado el barco en ningún momento y casi perdieron las esperanzas hasta que sintieron como traspasaban una barrera y vieron como delante de sus ojos se alzaba el Ryūjū-jō, en ruinas, tal y como le habían dejado hacía un año, pero ahí, de nuevo ahí.

A ninguno les quedó dudas después de ello, aquel castillo de seguro que había sido algo más que la estancia de Clariel durante diez años. Es más, ya Diamond sabía que su hermana no había estado precisamente de vacaciones durante ese tiempo. La sorpresa no se la quitaba nadie, pero debía admitir que lo habían visto venir desde el principio.

Los caballos marinos les dejaron en la orilla de unas escaleras hechas de corales rojos. Ellos se bajaron y luego de acariciar a esos hermosos animales en agradecimiento, les vieron marcharse. Diamond se volteó a ver aquel lugar al cual pensó no tener que volver nunca más. Sintió un pequeño dolor en su pecho, no uno físico, más bien fue emocional. En aquel lugar había recibido el más duro golpe, la mayor traición de toda su vida y su muerte.

—Deberíamos entrar— escuchó que decía Ken y ella asintió.

Fire—dijo comenzando a avanzar mientras su cilindro se extendía formando su lanza-guadaña.

Los demás hicieron lo mismo mientras la seguían. Entraron a la decadente estructura del Ryūjū-jō con sigilo, escondiéndose detrás de los escombros. Entonces fue que les vieron. En medio del destruido salón del primer nivel estaban todos los vampiros pertenecientes a la tripulación del Conde. No eran muchos, solo unos treinta, pero obviamente les superaban en número con creces. Diamond apretó fuertemente los puños al ver el estado en el que tenían a Elizabeth y Sussan, la primera estaba inconsciente y si su vista no fallaba, era porque alguien había bebido de su sangre; la segunda parecía débil, uso excesivo de magia fue lo primero que pensó al ver como tosía sangre sin parar.

—Juro que no pararé hasta matar a ese desgraciado—musitó Ken mirando el cuerpo de su padre, de aquel bastardo que no merecía ni existir.

Diamond no dijo absolutamente nada, estaba tratando de calmar su impulso por abalanzarse sobre él y clavarle una estaca en el corazón. No que va, eso sería muy rápido, aquel monstruo merecía una muerte lenta y dolorosa.

—Clariel no está— escuchó que le decía Allaric y entonces prestó más atención, era cierto, Clariel faltaba.

Diamond miró hacia arriba en busca de su hermana y pudo verla entre la destrucción de varios pisos hacia arriba y su labio no se salvó de ser mordido cuando notó quien le acompañaba.

—Maldito traidor— musitó y sus ojos rojos pedían sangre. Todos miraron hacia arriba y notaron lo mismo que ella, junto a Clariel estaba Ezra.

—¿Cuánto falta para el eclipse?— preguntó Diamond a Killian.

—Empezará dentro de un rato, cuando el sol esté en la cumbre del cielo.

—Bien, podemos acabar con ellos antes. Killian y Joker a la izquierda, Allaric y Ken vayan por la derecha— ordenó y todos comenzaron a moverse.

Ella se iba a ir cuando sintió como tomaban su mano deteniéndola— Cuídate—le dijo Allaric y se volteó hacia él para besarle.

—Tú también.

Y se separaron.

Diamond caminó sigilosamente detrás de los escombros hasta llegar a unas especies de escaleras, iba a subir a lo que quedaba del segundo nivel, Clariel y Ezra estaban en el tercero. Ella ni siquiera esperó y ya estaba sobre lo que quedaba de un barandal con su lanza-guadaña apoyada sobre su hombro.

Love You in Black & Blue (Dark Angel IV)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora