Cocina

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Amelia acababa de terminar de desayunar cuando escuchó el ruido de las llaves del otro lado de la puerta.

"Luisita" pensó y en un segundo ya tenía la sonrisa en el rostro.

La puerta dio paso a su esposa, se acercó a ella llevando los platos sucios en las manos.

- Regresaste rápido.- dijo antes depositarle un breve beso en los labios.- Temí que se te fuera a hacer tarde.- comenzó a caminar a la cocina para colocar las cosas en el fregadero.- Con lo que pasó anoche con Amy y así.

Se escuchó el ruido de platos al chocar contra el aluminio.

La morena se volteó para buscar la mirada color miel que tanto amaba.

- Hubo un día en que nos desvelamos viendo películas y...- casi se ahoga con su propia lengua cuando vio a Luisita sin blusa y empezando a desabrocharse el pantalón negro que llevaba puesto.

Amelia tragó saliva, la temperatura de su cuerpo había cambiado de un instante a otro. Ella sólo traía puesto unas bermudas de mezclilla y una playera blanca sin mangas y su esposa llevaba encaje en su ropa interior, estaba totalmente en desventaja.

- ¿Lui...sita?.- preguntó confundida.

La rubia se acercó, pasando ambas manos por detrás de su cuello y jalándola hacía ella.

Sus labios se encontraron y fue en cuestión de segundos que Amelia sintió la lengua de la doctora exigiendo permiso para entrar a su boca.

Y así fue, el beso rápidamente se hizo profundo y un gemido salió de la garganta de Luisita cuando la teniente cruzó sus brazos por detrás de su cintura pegándola a su torso.

La doctora pasó los brazos alrededor de la teniente, los acarició y presionó. Amelia hundió sus dedos y mordió el labio inferior de la rubia por el placer. Luisita bajó las manos hasta que llevó sus dedos a las orillas inferiores de la tela y empezó a subir el algodón.

Sin pensarlo dos veces, la morena levantó los brazos para quitársela y cuando los bajó se dirigieron al broche del brasier de su esposa.

La mirada verde esmeralda contempló con deseo el cómo Luisita deslizaba la prenda por sus brazos.

El pecho de Luisita subía y bajaba por el ritmo de respiración acelerado que había sido el resultado de esos besos.

- Amelia...- susurró y la morena enfocó sus ojos color miel que se perdían en el negro de la excitación.- Hazme el amor.- ordenó hundiéndose en el cuello de la teniente y buscando su punto débil con la lengua.

- Luisita...- gimió.

- Hazme el amor Amelia.- repitió su esposa antes de morderle la oreja.- Hazme tuya...

La teniente levantó a Luisita de las nalgas, la rubia cruzó sus piernas alrededor de la cintura de la morena y mientras se deslizaba para acomodarse, pudo sentir el miembro de la ojiverde.

El beso en el que estaban sumergidas era feroz, se comían en la cocina de su departamento en medio del deseo.

Amelia la subía y bajaba buscando la fricción en su pene que poco a poco terminaba de despertarse por completo.

Luisita arqueó la espalda dando espacio a la teniente de hacer con ella lo que quisiera.

Amelia llevó su boca a los pechos de Luisita, empezó a lamerle el pezón, hundía su boca en él y la dejaba libre con un pop antes de irse al otro.

- Ca...cama.- alcanzó a decir la rubia.

La teniente empezó a caminar con ella sobre su cuerpo.

Luisita le dejó la misión de llevarla a la recamara, su concentración se encontraba en los labios carnosos de su esposa sobre su pezón, se los comía, los mordía, los besaba.

Por una mujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora