Amelia abrió la puerta de su departamento, puso las llaves a un lado y se quedó mirando las luces de la ciudad desde su ventana.
Un suspiro salió de su pecho.
Pensar en el fin de semana que estaba acabando parecía un sueño, todo ese tiempo con Luisita, cada segundo, cada minuto, cada sensación, cada roce; provocaba que cerrara los ojos deseando que sus recuerdos la trasportaran a revivir el sentirla cerca, su olor, su voz, su risa, sus sonidos, sus gemidos, sus movimientos, su calor, su cuerpo...
Tenía tantas ganas de recorrer el camino de dónde venía, querías estar allá, con ellas, con su familia. Pero por más que lo intentara, sabía que las cosas no podían ser simples, aunque quisiera y sintiera que Luisita así lo que quería también, existían tres años desconocidos en la vida de la rubia para ella, las dudas estaban presentes, el miedo de no poder recuperarla... Sebastián...
Decidió parar ahí y pensar en su hija que era un amor. Cada día sentía que se unían un poco más, quería saber absolutamente todo lo que pasara por esa pequeña cabecita. Enseñarle el mundo, protegerla, jugar, ¡todo! Ahora entendía cuando la gente decía que un hijo te cambiaba la vida.
El sonido de una notificación de su celular el saco de su fantasioso futuro, revisó y vio el nombre de Luisita en la pantalla. Rápidamente lo abrió:
"Gracias por esto, descansa Amelia."
Era una fotografía de Amy y ella, acostadas en la cama de Luisita. Su pequeña hija tenía sus bracitos rodeando su cuello y su rostro acomodado sobre el pecho de la teniente.
Una sonrisa invadió su rostro y una inyección más de vida le fue suministrada.
En ese momento no le quedo ninguna duda, estaba felizmente enamorada de esos dos seres humanos.
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- ¡Adivina quién cumple años hoy!.- dijo Irma mientras entraba al consultorio de Luisita.
El ruido del teclado no paró, la rubia no quitó sus ojos de la computadora.
- Con tanto entusiasmo de tu parte, sé que este año será inolvidable.- dijo la morena mientras se arrojaba al mueble de los pacientes.
El tono sarcástico de su amiga provocó que la volteara a ver.
- Amy y yo te cantamos las mañanitas en cuanto llegaste, nos paramos media hora antes para ganarte en llegar temprano y ¡esos minutos de sueño nadie me los va a regresar!
- Pues fuiste tú la que no quería cerrar las piernas este fin de semana, no es mi culpa que estés tan cansada.
Luisita puso los ojos en blanco ante el comentario.
- Gracias por recordarme que no debo volver a contarte nada.
- ¡Oye! Me estabas ignorando.- dijo en su defensa.- ¡Es mi cumpleaños!
La rubia hizo una pequeña mueca, su amiga tenía razón.
- Discúlpame, es solo que estoy por terminar este informe y ya quiero enviarlo.
- Avisaron esta mañana que podría ser entregado el miércoles.
- Lo sé, pero estoy tan cerca, no quiero dejar este pendiente para más tarde.
- Ok.- contesto Irma mientras cerraba los ojos y escuchaba el ruido del teclado.
Pasaron unos minutos.
- Listo, termine.- dijo Luisita en forma de alivio.
- ¿Ya lo enviaste?
- Está cargando, espera.
