Carta parte 1

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Estaba empapada en sudor, sólo podía escuchar dos cuerpos que chocaban y los gemidos de Amelia en su oído.

Luisita se encontraba hincada sobre la cama con la espalda pegada al cuerpo de Amelia quien la sostenía detrás con una mano en el cuello y la otra mano en la cintura guiando el cuerpo de la doctora. En seguida la morena, que llevaba un ritmo veloz se detuvo. Desde su largo cuello escurría sudor, la rubia bajo la mirada pasando por sus perfectos pechos hasta llegar a su abdomen, el cual lo tenía perfectamente marcado...estaba que ardía.

Después de tener sexo en la cocina Amelia la levantó y la llevó cargando en sus brazos a su recamara. Se habían quedado dormidas, agotadas exhaustas y felices.

Ahora se encontraban nuevamente devorándose, uniéndose en un solo ser.

Amelia no podía aguantar más, la sensación de sentirse apretada por las paredes cálidas de Luisita la tenían cerca del clímax. Salió de ella y se corrió sobre el abdomen de la Doctora, un gemido de placer se escuchó por toda la habitación. Se estiro para agarrar un pañuelo del buró de la rubia y empezó a limpiarla.

-"Lo siento. - Dijo Amelia mientras quitaba todo lo de ella del cuerpo de Luisita.

La rubia le tomo de la mano y la obligo a que cayera encima de ella.

-"No te disculpes, fue sexy." empezó a decir la rubia -"me gustó." finalizó soltando un gran suspiro.

La morena se acomodó a su lado y ambas se quedaron dormidas nuevamente.

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Luisita despertó con una sensación cálida, abrió lentamente los ojos para descubrir que Amelia seguía dormida, uno de sus brazos la tenía rodeada. El cabello de Amelia estaba alborotado, su respiración daba a entender que estaba completamente dormida. Al ver sus labios, pensó en que deseaba tocarlos, pero si la besaba posiblemente la despertaría, así que se limitó a rozarlos con la yema de sus dedos.

Con mucho cuidado se liberó del tierno abrazo de la teniente, busco su ropa interior y después se vistió con un short y una blusa negra que, aunque era vieja, era de sus favoritas. Se encontraba feliz, así que decidió cocinar algo para Amelia y ella, porque si la rubia tenía hambre, no se imaginaba como estaría la morena al despertar.

Se dirigió a la cocina, iba a poner un poco de música cuando vio dos llamadas perdidas de Sebas y un mensaje.

Sebas: Buen día Luisita, te escribo porque recibí tus horarios y lamentablemente ninguno cuadra con mi trabajo. Quizás mañana que es domingo podamos vernos en un lugar para almorzar si te parece.

Luisita: Disculpe, no tenía el celular a la mano. Claro que sí, mándeme la dirección del lugar y la hora y mañana nos vemos. Que tenga buena tarde.

El ver el mensaje fue un golpe de realidad, una mujer hermosa estaba acostada en su cama, una mujer que la tenía como ninguna otra persona, mientras que su esposo se encontraba en el hospital, en coma inducido. Amelia y ella no habían ido a cenar, ni al cine, a una exposición o simplemente de paseo por el centro de la ciudad. De hecho, el desayuno de esa mañana era lo más parecido a una cita, pero Luisita podía ver como caía perdidamente por esa persona cada vez que veía esos maravillosos ojos verde oscuro. Amelia era así, era maravillosa.

Decidió que, por hoy, viviría en esa burbuja que la morena y ella formaban y ya mañana se enfrentaría a lo que pasaba afuera de su departamento.

Una vez terminada de hacer la comida y puesta la mesa, Luisita se dirigió hacía su cuarto. Amelia seguía profundamente dormida, la rubia decidió meterse bajo las sabanas también y la ojiverde de inmediato se acercó a ella, presionando su cuerpo contra el de Luisita. Luisita tuvo que respirar profundamente, no quería que esto terminara. Se tomó un momento para disfrutar de esa simple sensación de una cálida y adormilada Amelia, antes de despertarla por completo.

Por una mujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora