Parque de diversiones

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— ¿Puedo irme enfrente?.— preguntó Amy apenas entraron al ascensor.

La pequeña se encontraba en los brazos de Amelia, estaba totalmente emocionada. Nunca había pasado tanto tiempo a solas con su mamá y además irían al parque de diversiones. Probablemente el mejor domingo de su vida, pensó.

— Aún no pequeña.— dijo Amelia para después darle un beso en la cabeza.— Pero muy pronto podrás ir enfrente conmigo.

— Buuuuu.

Amelia sonrío, Amy era la palabra "ternura" personalizada. Estaba nerviosa, su hija estaría bajo su cuidado directamente y eso nunca había pasado antes. Era teniente del departamento de Policía, "¿estaré calificada para cuidar a una niña de 3 años?" se preguntó.

Llegaron al estacionamiento y mientras le colocaba el cinturón de la silla especial que le tenía, se dio cuenta que su hija la miraba con mucha atención.

Entonces ¿estamos listas para ir al parque de diversiones?.— dijo con un tono de emoción para que Amy se pusiera feliz.

— Siiiiiiiiiii.— respondió la niña alzando los bracitos.

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—Detente ya Sebastián.— pidió Luisita levantándose y alejándose de la mesa.— ¿No te das cuenta que llevas 2 horas intentando convencerme de lo mismo?

— Es que Luisita.— respondió el hombre que desde que la rubia había mencionado a Amelia, no se había vuelto a sentar.— Estas cegada por esa fantasía que haz formado a su alrededor.

— No es ninguna fantasía Sebastián, le pese a quien le pese, es la madre de Amy y es a quien yo...

El moreno se quedó callado, ambos sabían que sólo a él le pesaba que eso fuera cierto.

— Me fuiste infiel con ella y aun así me quede a tu lado.

— No digas eso Sebastián, lo "nuestro", "tu y yo".— dijo la chica mirando al piso, quería decirlo de la manera en que menos doliera pero no encontraba ninguna forma.

— Tú misma lo has dicho Luisita, lo nuestro, nosotros, tú y yo existimos.— y se acercó a ella tomándola de las manos.

La rubia se soltó del roce y se alejó, lo encaro, tenía lágrimas en los ojos.

— Tu y yo no somos más que amigos, esa siempre ha sido una fantasía tuya.— dijo sin titubear.— Lo lamento Sebastián.— concluyó.

— Luisita.— dijo el hombre tomando sus manos nuevamente.— Nosotros existimos antes que ella llegará a nuestras vidas, si tan sólo no me hubiera enfermado, nosotros seríamos completamente feli...

— No Sebastián.— dijo la doctora interrumpiéndolo.

— Luisita...

— Esto no tiene que ver con Amelia, con o sin ella en mi vida, sólo te quiero como amigo, eres mi mejor amigo...

— Luisita, no sabes lo que estás diciendo.

— Sí lo sé Sebastián.

— ¿Qué fue de la noche que compartimos? Y se acercó intentando besarla.

— ¡No!— se quejó la rubia.— No te vuelvas a acercar a mí con esas intenciones.— y respiro hondo.

— ¿Qué diablos sucede Luisita?

— Tienes que escuchar lo que te estoy diciendo, no puedo decirlo de una forma más clara.

— Mira Luisita, sé que últimamente no hemos estado juntos, pero es porque he tenido mucho trabajo en la oficina con tanto papelea y no he podido estar cerca de ti.

Por una mujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora