Prólogo: Un corazón arponeado

3.2K 219 20
                                    




Recorría el dorso de mis manos, mis muslos y parte de mi abdomen, a trazos, como si se tratase de un potente chorro que no cesase de dejar correr su cauce. Parecía que mi cuerpo la había expulsado de manera natural pero yo estaba seguro de que no era mía. No del todo, tal vez. No completamente.

La sentía tan ardiente como si lo fuese, tan vibrante como si el calor del rayo hubiese cercenando mi propia piel.

Después de todo en aquel paraje todo podía ser. Aquel rocoso páramo, inmundo apéndice de un bosque no perteneciente a la aldea, se había convertido en la visión exacta de mis pesadillas. Un lúgubre lugar que ya no era tal, sino una ensoñación donde yo solo podía sentir aquellas lágrimas y, sobre todo, aquella sangre que había pasado a pensar que me pertenecía.

Tardé unos segundos en escudriñar a mí alrededor para comprobar que aún la sostenía entre los brazos y, estaba tan rígida, que parecía hecha de cera. No parecía haber tenido vida nunca; Aquel pensamiento nubló mi mente y la atormentó durante la fracción de segundos que tardé en volver a cerrar los ojos. No pude soportar aquel dolor y la acuné apoyando mi frente sobre una de sus mejillas, allí donde aún conservaba una de las marcas color violácea característica de su clan. Su mejilla guardaba aún el calor de la vida escapando por sus poros gracias a la lluvia que ya se condensaba en el lugar de modo que la besé tiernamente intentando que no volase demasiado rápido.

Sin embargo, ya era tarde. Al no recibir respuesta alguna por su parte sentí que se me adormecían los brazos y me abandonaban las fuerzas. Discerní con los ojos entreabiertos la sombra de alguien que se aproximaba a mí con celeridad. Alcé el brazo pensando que se acercaba para atacarme mas nada salió de mis manos. Ni un mínimo torrente de poder. No tenía nada con lo que defenderme.

No obstante la figura fue tomando forma según se fue acercando y pude desentrañar la silueta de Kakashi. Apreté los dientes con saña. En aquel estado, y pensé que también en cualquier otro, aun hubiera querido apretarlo entre mis puños hasta volverlo nada.

Fugaz, se arrodilló ante mí. Ni siquiera era consciente de cuando había soltado a mi compañera de equipo al suelo:

"Obito. Obito, tienes que levantarte. Levántate antes de que vengan refuerzos." Dijo. O algo similar. Yo no respondí. Él aproximó mucho su rostro al mío, quizá para comprobar si mis pupilas respondían, y entonces me arreó una bofetada. Quizá pensó que con ello conseguiría hacerme reaccionar. Pero esto no hizo otra cosa que provocar un temblor en mis sienes. Sentí que me desvanecía:

"No me hagas esto. Obito, tú no, por favor." Creí oírle decir, y casi llegué a sentir el peso de sus lánguidos y finos dedos antes de caer al suelo y perder el sentido.

|| Ojos sin luna || [OBIKAKA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora