Epílogo: Megumi

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Bueno, queridos expósitos, sin más dilación hemos llegado al final de esta nuestra historia porque también es vuestra. Empezó a hornearse hará ya como 8 meses y, poco después, decidí subirla por aquí. Ello me ha dejado sorpresas tan bonitas como las más dos mil quinientas visitas que lleva hoy por hoy, los tantos votos y sobre todo los comentarios y las personitas que han estado aquí desde bien el principio como Yuuki, Jans o Daisy a las que tengo mucho aprecio y les debo mil sonrisas. También hay personas que no han salido en tantos comentarios pero siempre nos aportaban sus estrellitas  y me hacían saber que lo habían leído, algunos ejemplos son Analu2506, 1KakashiHatake, MisterMandL, KeikoKun0, Azrastark1,ludmip123, Kenny_Hak, Obito UchihaPrimero, kim_mazariegos18, Rysake_Y, RennRyuko, Rollito_de_canela01, milihdp77, PerlaMarelaMartinezH y por supuesto lola1h9 y DanielaLaKoshina, ahí al pie del cañón desde el minuto uno. Estos son solo algunos de vuestros preciosos nombres pero yo os agradezco mil millones el amor porque estas páginas llevan un cachito de mi corazón y es un placer dároslo a conocer a vosotros.

Espero vuestros hermosos comentarios para este epílogo, para este final y también espero encontraros en más historias. ¡Hasta pronto! (L)

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Lo sentí sonreír sin llegar a girarse. En los últimos tiempos yo ya no solía llevar mi acostumbrada carcasa animalesca frente a él pero, aquella ocasión, se me antojó la primera a pesar de no serlo. No estaba habituado a contemplar en él aquel halo melancólico que hacía ver que los hombros le pesaban. Al pensar en ello maldije mi propia estupidez al percatarme de pronto que vestía el color marino y la espiral propio de la aldea y que faltaba en su espalda la llameante silueta que solía contornear su cargo.

Al girarse me descubrió aquella sonrisa que yo había presentido sin llegar a ver su rostro:

-No vas a cambiar de opinión.- Ladeó el rostro como si se tratase de una adivinanza a pesar de que ya conocía mi negativa. Yo deshice la postura inicial de saludo, deshinqué la rodilla y me puse en pie:

-Supongo que usted tampoco tendrá en cuenta mi sugerencia.- Repliqué, serenamente pero con cierto tono distendido. Soltó una sonora carcajada, mucho más propia de él que el semblante que venía manteniendo hasta ahora:

-Tienes razón, no soy quién para darte indicaciones. Es solo que...- Menguó el gesto alegre pero éste no desvaneció de su rostro. Desvió un tanto la mirada hacia las fotos que habían quedado sin empaquetar sobre la que aquel día dejaría de ser su mesa:- Ahora que Kushina y yo... No veo cómo puedo seguir manteniendo el título sino estoy centrado ni preparado para ello.- Regresó la vista hacia mí de nuevo y agregó:- Es por eso que creo que es una lástima perder a un ANBU como tú, para la Aldea sigues siendo muy necesario, Kakashi. Conozco tus habilidades y es una mala noticia que salgas de la organización.- Asentí. También yo eché un ligero vistazo a las fotografías antes de responderle:

-Creo que estamos en la misma situación... Minato-Sensei.- Anoté, en voz un poco baja preso de la conmoción por yo mismo arrebatarle el título. Él arrugó los ojos para hacer partir la sonrisa de su boca directamente a los ojos y contestarme con tal ánimo:

-Llevas razón. Ahora eres un hombre y derecho, no tengo nada que reprocharte. Ni que enseñarte.- Añadió, como lamentándose de buen humor:

-Dicho esto y si no le importa,- Interrumpí, dedicando una mirada al reloj sobre las cajas ladeado sobre una de las cajas:- debo partir ya o se me hará tarde.- Él me hizo un gesto y tras un resoplido cedió con la cabeza de mano de un asentimiento que yo devolví.

Aún guardaba el equipamiento de ANBU y la marca impregnada en mi hombro escocía ahora que incluso Minato había querido convencerme del aparente sinsentido en mi marcha. Dediqué un paseo a meditar de nuevo sobre ello. Itachi era el único que no había tratado de hacerme cambiar de opinión porque conocía de antemano el hecho de que el chaleco, el tatuaje, la máscara e incluso la espada de mi padre no hacían de la idea más que una imposibilidad de avanzar bajo mi punto de vista. No había necesitado hablarle de mis ideas, de mis necesidades y de mis nuevas prioridades; el asentimiento que había recibido de él a la hora de anunciar mi abandono para con la organización, exactamente siete días atrás, había provocado en él un asentimiento muy diferente al que Minato había dibujado en su antiguo despacho, como si lo viniese sospechando. Era al único que no había pillado desprevenido.

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