|| Ojos sin luna || [OBIKAKA]

10: Los que abandonan a los amigos

ººº: Cambio de POV

##: Cambio de escena :)

Al lío.

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Al recibirla en la entrada intenté sonar amable pero ni siquiera emití sonido. Ella pareció achacar mi silencio y malestar al cansancio que los últimos días me había generado porque frunció el ceño con preocupación. A continuación me tendió el pergamino y me dijo:

-Minato-Sensei me ha pedido que te lo trajera personalmente. – Yo lo desenrollé y lo leí en tan solo un instante. Después lo hice desaparecer troceado en la papelera ante la atenta mirada de Rin:- Me dijo que él no podía venir a traértelo pero me lo encargó a mí. Supongo que es algo de última hora.- Se encogió de hombros con un suspiro de satisfacción:- Me alegro que últimamente confíe tanto en mí.- Hizo una pausa:- Pero Obito y yo echamos de menos ir con vosotros a las fronteras. Llevamos más de una semana así, ¿Has hablado con Minato-Sensei?- Yo continué dándole la espalda mientras ella me hablaba y un escalofrío me recorrió la espalda cuando mencionó a nuestro compañero. Por supuesto que era conocedor de la causa de por qué llevábamos varios días siendo solo dos. De hecho y, aunque sonase cruel, yo había tenido la suerte de que la guerra estuviese tan avanzada como estaba. Los frentes se entrecruzaban constantemente y nuestro equipo, especializado en misiones de sabotaje, era únicamente necesario en contadas ocasiones en los últimos tiempos.

De esta manera yo podía centrarme en las infiltraciones pertinentes, en espiar a los que pretendían infiltrarse desde la Aldea de la Roca y en lo que nuestro Sensei me pidiera en ese momento, olvidando gracias a ello toda la tormenta que acontecía entre mis sienes. Podía olvidarme de mi ascensión a jounin, de Rin, de Obito y de la fiesta.

No me había visto en la obligación de haberlo vuelto a ver porque, afortunadamente, ya no tenía que poner un pie en ningún estamento que me obligase a compartir el tiempo con él. Todas aquellas nauseas que había sentido durante la fiesta días atrás se esfumaron por arte de magia y lo asocié a los afrutados licores de mi compañera.

Durante las incursiones hacia el campo de batalla en donde el sensei había cogido la costumbre cada vez más habitual de dejarme solo frente a la liberación de rehenes o las infiltraciones o el espionaje me sentía absolutamente conectado con el deber, que era mi lugar predilecto en el lugar. Sucedía mientras dormía o limpiaba la casa, cuando no había ápice ni rastro alguno de respiración salvo la mía, que sentía de manera improvisadamente fantasmal el peso firme de sus labios sobre la tela adherida al hueco de mi boca y entonces no bastaba la cantidad de veces que frotase el fregadero con saña o las vueltas que daba en la cama; marchaba, desatado como nunca me había visto, hacia la pila para arrancarme el trozo de tela de la cara y machacarlo con agua y jabón. Mi mente repetía una y otra vez lo que vocalizaba sin sonido una y otra vez cuando sucedía:

-Qué asco. Qué asco. Qué asco. Será cerdo. Será cerdo.- Y lo repetía en alto porque mis voces más bajas se precipitaban hablando todas a la vez de lo muy rápido que latía mi pulso.

Pensaba que no quería dejarlo en evidencia después de lo que había ocurrido ni tampoco herir sus sentimientos porque, aunque era innegable que era un muchacho incansable e insoportable en ocasiones, no consideraba loable decirle que lo que había hecho era una irresponsabilidad.

Él, por su parte y a pesar de mis intentos de mantenerlo alejado, no me lo ponía fácil. Cada tarde al regresar, ya siempre sin Minato-Sensei, lo encontraba rondando por la valla de la granja, sin llegar a entrar nunca en ella. Yo suspiraba y me daba media vuelta. En ocasiones debía esperar hasta altas horas de la madrugada para que se diese la vuelta y se marchase y era entonces cuando deseaba que el Sensei me llevase con él a una de aquellas campañas que duraban semanas y así no tener que ocuparme de asuntos tan estúpidos como aquellos para los que realmente no tenía ni ganas ni maña: