1: A un genio como yo

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Capítulo 1 desde el POV de Kakashi. ¡Disfruten y mil besos!

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Cuando me desperecé el cautivador olor de la tortilla rozaba mi nariz y yo me moví como tentado por dedos invisibles hasta la amplia cocina. En la mesa ya me aguardaba la sopa de miso y también los pequeños trozos de salmón fileteados que mi padre pescaba todos los fines de semana. Me llevé uno a la boca y pronto avisté su mirada reprobatoria desde la encimera donde estaba por terminar el desayuno:

-¿Has hecho la cama?

-Estaba repasando mentalmente los ejercicios que nos pedirán mañana. No he tenido tiempo para eso.- Él arrugó los labios como si mi explicación no le convenciese en demasía y me respondió mientras llevaba el plato a la mesa:

-Aún no has empezado la Academia. Tienes tiempo para ayudarme con las tareas de casa.

-No creo que necesite preocuparme por esas cosas, papá.- Me limité a responder mientras me metía un trozo de tierno salmón en la boca sin mucha ceremonia.

-No te lo tomes tan en serio.- Sonrió mientras removía contemplativamente su tazón de sopa:- Céntrate en hacer amigos.- Yo tragué un tanto incómodo y enfurruñado:

-No creo que necesite tampoco preocuparme por esas cosas, papá.- Me levanté minutos después de hacer de mi comida prácticamente una bola en mi boca y en mi estómago y me puse los zapatos entre que mi padre terminaba su cuenco de arroz.

La ceremonia de inauguración fue insulsa y apenas registré nada de lo que oí. Por suerte Rin se sentó a mi lado para retransmitirme cada cosa que el Hokage y los demás profesores iban profesando. Me gustaba Rin. Es decir, me caía bien. Era así porque se trataba de una muchacha habladora, paciente y sonriente. Podría decirse que incluso complaciente y, por aquel entonces, guardaba celosamente para mí los momentos únicos en los que cualquiera me complaciese, me adulase o simple y llanamente se quedase callado a mí alrededor. Yo, al menos, no creía merecer menos.

Tan era así que cuando nos disgregamos con nuestro formulario de inscripción y se dio por finalizada aquella formalidad que yo reconocía insulsa y poco que ver con el tema del entrenamiento ninja en sí, Sarutobi me hizo llamar a su lado. Rin me aguardó junto a una esquina, casi escondida entre las sombras del gran pabellón debido a lo poquita cosa que era. Me sonrió o eso es lo que entreví de su boca resguardada por el humo de su pipa y me comentó:

-Espero grandes cosas de ti, Kakashi. Según las pruebas eres un genio, supongo que ya sabrás que de esos solo tenemos uno en cada generación, ¿Verdad?- Me guiñó el ojo y yo alcé las cejas:- Pero que no se te suba la cabeza.- Me encogí de hombros levemente y luego incliné la cabeza casi por compromiso:

-¿Qué te ha dicho?- Me preguntó Rin, sonriente, mientras salíamos. A ella parecía ilusionarle más que a mí. Me rasqué la barbilla enterrada tras mi máscara color añil:

-Veamos... Algo así como que espera grandes cosas de mí. Algo así.

-¿En serio?- Ella se aferró fuertemente a las carpetas que mantenía contra su pecho, fascinada. Desconocía si aquel comportamiento lo llevaba a cabo con cualquiera o solo conmigo, pero fue de esa manera como me percaté de que llevaba otra carpeta de suscripción a la Academia idéntica a la suya entre los brazos. Arrugué el entrecejo y le inquirí:

-¿Te han dejado coger dos?

-Es para Obito.- Yo exhalé un gesto de exasperación. Las personas como él solían provocar aquel efecto en mí. Lo conocía desde que éramos pequeños, lo había visto siempre en la aldea. Un Uchiha sin talento específico (algo bastante increíble) siempre revoloteando alrededor de Rin como una mosca sobre una fruta. Era demasiado expresivo, tenía demasiada energía pero también era demasiado vago bajo mi punto de vista como para hacer algo de provecho con ella.

Fui a abrir la boca pero entonces me encontré al susodicho acercándose a nosotros con la frente perlada en sudor. Las ridículas gafas de aviador provistas con lentes anaranjadas le colgaban de manera absurda a un lado de la sien, parecía haber venido corriendo. Aun así, como le sucedía siempre, había llegado tarde. Tarde a la ceremonia. Lo cual significaba que se quedaría sin plaza:

"Si el mundo fuese justo y no recompensase a los débiles" Pensé.

-Llegando tarde el primer día. Muy propio de él, en fin. Supongo que no hay nada que hacer.- Dije más para mí mismo que para él. Dudo que ni siquiera estuviese prestando atención a mis palabras porque la presencia de la chica lo cegaba.

Rin se adelantó a mis pasos y a mi pensamiento y le alargó el taco de folios ataviado con una elegante cinta al desgarbado y desanimado muchacho:

-Tranquilo, me dieron esto para ti. Me dijeron que con ello podrías inscribirte sin problemas.- Él estuvo a punto de caerse al suelo del pasmo:

-¡Me has salvado, Rin!- Se deshizo en palabras con ella y yo, sin saber muy bien el origen de por qué decidí actuar como lo hice respondí a la situación de forma mordaz:

-- Si siempre le sacas las castañas del fuego, nunca aprenderá a no llegar tarde a todos sitios.- Él se giró hacia mí y comenzó a gritarme. Apenas lo escuché. Estaba demasiado ocupado en escudriñarlo bien o intentarlo al menos. Cuando menos lo esperaba sentí la mano de mi padre recogiendo mi hombro para llevarme a casa.

Les di la espalda sin prácticamente despedirme pero oyendo sus voces todavía lejanas. Suspiré mientras me alejaba junto a mi progenitor para ir a comer. Olvidándome de que llevaba la máscara, sonreí y luego me ajusté bien la tela para tapar aquel gesto que nadie había conseguido ver.

|| Ojos sin luna || [OBIKAKA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora