Adiós.
Recordó aquella lejana vez cuando estaba en la guerra, tendría unos quince años cuando una flecha le atravesó el pecho y lo mando directo al suelo. Recordaba el dolor agudo y el frio abismal en su cuerpo producto de la sangre que corría de la herida, lo difícil de respirar, luchando por ello, forzando sus pulmones a tomar una calada de aire, por aspirar, inspirar, por algo, algo...
Así se sentía en ese momento.
Las piernas la sentía heladas, inmóviles y el cuerpo tenso. En su mente se repetían una y otra vez esas palabras "me voy a casar" Se iban a casar, y no era con él. Eso solo podía significar algo: todo había acabado. Madara sintió la mirada borrosa de repente, había caído en la dura realidad, tan dura como el golpe que esa respuesta había dado en su corazón. Más nunca vería a Hashirama. Y de repréndete descubrió que acababa de perderlo todo. Todo.
-Madara-, le hablaba pero él no lo escuchaba, estaba demasiado inmerso en ese dolor que lo mantenía tenso. Un dolor que nunca había experimentado.-Si no me caso con Mito, Konoha entrara en crisis luego se disolverá y finalmente volverá a haber guerra. No puedo evitarlo.
Cerro los ojos y trato de reaccionar, de decir algo, de hacerle callar, no podía soportar escucharlo, oír esa voz que más nunca le daría te amo, que más nunca le diría Maddy, ni mi vida, mi ángel, mi amor. Trato de moverse, escapar y no verlo, no ver esos ojos verdes que más nunca derrachorarian amor y pasión por él, no, ahora miraría así a otra persona, otra tendría su cuerpo, otra...
"Él será de otra. Y nunca fue mío. ¿Cómo pude haberme creído eso?" Las lágrimas tentaron a llenarle los ojos negros pero se contuvo. Aún tenía algo de orgullo. Aún tenía algo.
Logro dar una bocanada de aire con dificultad pero eso solo le produjo un agudo dolor en el pecho, más grande del que sintió con aquella lejana fleca, más grande que las palabras, más grande que cualquier cosa. El corazón le dolía y por un instante pensó con alegría que tendría un infarto y no tendría que enfrentar aquel funesto futuro que se presentaba oscuro.
-Yo no la quiero, ni siquiera la conozco. No quiero hacer esto, ¡No lo quiero!- había subido la voz y se veía errático y destruido. Pero no más que él-¡Yo te amo es a ti!
Una sonrisa se formó en sus labios pero sin un ápice de alegría, era tan amarga como la cicuta.
-Pero te casaras con ella-, el sonido de su voz salió tan rasposo y triste que creyó que no era él quien hablaba sino un fantasma en pena. El pecho le dolió más hasta un punto que se volvió insoportable. Tenía que irse, estaba muriéndose.-Sin embargo, yo estoy feliz, Hashirama-, levanto la mirada que hasta ahora había quedado cabizbaja y trato de hacer alegre esa sonrisa, pero solo la volvió falsa. Sus ojos lo traicionaban.
-Madara, Madara por favor, yo no quiero, esto me está matando-, Hashirama también estaba a punto de llorar. No soportaba decir esas cosas, tener esa conversación que parecía tentarlo a caer en la locura. Dejar a Madara. Estaba rompiendo con Madara.
-En serio, estoy muy feliz por ti. ¿Quién diría que de los dos, tú, el más marica asentaría cabeza?-, dio un paso atrás, quería irse, irse lejos, volar como lo hacía su halcón. No quería aceptar la cruda realidad.
-¡No! ¡No hagas esto! ¡No actúes así!-Prefería que lo gritara, que lo abofeteara y lo acusara de haberlo traicionado, hasta prefería que llorara, pero no eso, no que tomara esa actitud evasiva, Madara se estaba ocultando ante él con esa mascara que tendía usar cuando había guerra. Esa sonrisa le quemaba el alma.
-¿Pero de que te que te quejas tonto?-Los ojos estaban a punto de llorar, trago duro el nudo en su garganta-, tendrás una esposa, una mujer que te cuide mejor de lo que yo hago, una que te haga buena comida, que no te haga desvelarte en un bar, que no te pegue ni te insulte, alguien mejor que yo-, una leve lagrima resbalo de aquellos ojos verdes. Madara dio otro paso atrás-, luego hijos hermosos que te acompañaran cuando estés viejo. Una familia, una que yo nunca podría darte.
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Dulces Rivales.
RandomEran rivales, se supone que se deben odiarse a muerte, que los gritos solo debían de figurar en el campo de batalla, y no en la cama. Pero a veces, las cosas no son lo que todos creen, o al menos, no fue lo que Madara Uchiha creyó de su mortal enemi...