20. Nostalgia.

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Nostalgia.

Aun se preguntaba, después de tanto tiempo si algún día olvidaría a Madara.

Había pasado dos años desde que se levantó aquella mañana nublada de Abril. Se encontró solo en una cama fría con un collar verde  colgando de su cuello. Una sensación de penuria y pánico lo embargo al verlo, la necesidad de buscar a su amado se le hicieron insoportables y  bajo las escaleras presurosamente buscándolo pero no estaba en su casa.

Se vistió torpemente y salió a buscarlo por su Clan, de seguro está comiendo en el restaurant de Choji; se dijo inocente pero tampoco estaba allí.  Fue entonces  al rio, no lo encontró,  tampoco estaba en  el monumento de piedra. Asustado recorrió la Aldea entera y les pregunto a todos sobre su paradero pero nadie lo había visto. ¿Por qué me dejo el collar? Se preguntaba constantemente mientras caminaba apresuradamente por toda Konoha.

Esa pregunta solo fue contestada en la tarde de ese día.  Itachi llego presuroso a su oficina y le mostro una nota que tenía un toque de fatalidad. Era su testamento y el decreto de la trasferencia de todo su poder sobre los hombros de su alumno. El adolescente estaba increíblemente aterrado y con los ojos a punto de desbordar lágrimas.

-¿Dónde está?-Nunca olvidaría el tono destruido de la voz de Itachi, nunca olvidaría el vacío que acuchillo su corazón al no saber qué contestar-¿A dónde se fue Hashirama?- Le pregunto mil veces, pero él no tenía una respuesta y en realidad, nadie la tenía.

Tobirama le dijo unas horas después que el mismo vio cómo su amado había abandonado la aldea una madrugada. Esa madrugada en la que hicieron por última vez el amor. Madara le había dicho adiós y él no se había dado cuenta. Las lágrimas se apuraron en su rostro. Sabía que no se verían mucho por su matrimonio,  que su relación de amantes quizás terminara como meros conocidos,  pero no espero que más nunca volvería a ver el perfil de su rostro, ni siquiera en las protocolares reuniones. Más nunca.

Lloro ese día.

Mando a buscarlo, muchos ninjas calificados fueron por toda la zona y los alrededores, inclusive atravesando las fronteras. Madara no podía irse de la Aldea, no podía escapar de su vida, no podía dejarlo solo. Ellos habían hecho Konoha, cada madero, cada ladrillo allí había estado Madara cuidándola y protegiéndola. Konoha era su hija y ahora se estaba medio huérfana. Tenía que volver  ¡Tenían que encontrarlo!

Pero los ninjas nunca volvían con resultados positivos, nadie lo había visto, ni su Clan, ni los aldeanos ni ningún hombre o mujer. Madara simplemente había desaparecido de la tierra y de una u otro forma, también de su vida.

Y su vida se volvía amarga con cada mes que pasaba sin él a su lado.

En medio de un matrimonio que no quería y responsabilidades que lo agobiaban, se trataba de dar ánimos y se aferraba a la dulce esperanza que algún día lo encontraría. No, no pudo irse para siempre, Mada-kun es un hombre de rutinas, muy familiar, le aterraría un cambio tan drástico. Su amado Uchiha tenía la costumbre de perderse esporádicamente unos días, a veces lo había encontrado desmayado y ebrio en un bar extranjero  o entrenando en un confín lejano del bosque. Pero siempre volvía a los dos o tres días…Tiene que volver, él tiene que volver. No puede dejarme solo. Se solía decir.

Quiso ser optimista y se aseguró en cada momento que en un abrir y cerrar de ojos allí estaría él. Lo encontraría de seguro peleando con su hermano o fumando en la montaña. Si, hasta podía imaginárselo. Entonces él se le lanzaría encima y lo estrecharía entre sus brazos y lo besaría sin parar, no importaba si era delante de todos. Oh y también  lo insultaría por haberlo dejado solo, de eso no había duda, le acusaría de irresponsable, cruel y sin corazón. Pero luego a mitad de la pelea Madara lo miraría herido con sus ojitos negros de perrito y su corazón se le ablandaría. Lo volvería a abrazar, y luego reirían y harían el amor. Sí, eso haría cuando lo viera. Su esperanza crecía al imaginarse esas escenas. Sonreía y esperaba ansioso. La vida volvía a tener color.

Dulces Rivales.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora