Vulnerable.
dara había decidido que para mantener su integridad mental debía de pasar un tiempo lejos de Hashirama. Eso fue lo que hizo. Estuvo una semana entera lejos del moreno, Tobirama o cualquier otra cosa que se asociara a esos "hermosos ojos dulces"...
Agito la cabeza buscando eliminar ese pensamiento y tomo un largo trago de su taza de té negro sin azúcar. Necesitaba pensar seriamente en ese último encuentro, mejor dicho, esos increíbles y eternos minutos que duro cuando Hashirama lo hizo suyo. En su boca aún estaba el sabor de sus labios y conjuntamente la rotunda negación de que "¡yo no estoy enamorado!".
Hubo algo que paso. No fue solamente placer.
Cuando el moreno le dijo que lo amaba y peor aún, cuando afirmo que Madara también lo amaba...bueno, prácticamente le había dado un infarto, y con secuelas. El Uchiha cada vez que se acordaba de esos carnosos labios pronunciando tal cosa, el corazón casi se le volaba, y las mejillas se le teñían de un furioso rojo. El bastardito de Shisui se divertía burlándose cuando eso pasaba.
"¿Qué pasó? ¿Qué fue? Estábamos follando, todo iba bien, él me dijo que me amaba. Siempre lo dice, nunca me produce gran cosa, pero esta vez...fue como si sus palabras fueran diferentes. Eran tan seguras y sinceras. Me hizo sentir...vulnerable..."
Si, por fin lo había descubierto. Vulnerabilidad. Por supuesto que no la reconocía, Madara, el líder de los Uchiha nunca había sentido tal cosa tan deshonrosa. Era un hombre fuerte, criado y formado en la guerra cuyo corazón no era más que un trozo de piedra cuyo único nombre que merecía ser esculpido era el de su fallecido hermano.
Frunció el ceño y soltó un gruñido. No estaba seguro de aquello último. Por alguna razón sentía que Hashirama cada vez iba ocupando más espacio en su vida, el nombre del moreno se colaba más de diez veces al día en su mente y en las noches recordaba sus caricias sobre su cuerpo, su dulce lengua lamiéndole el cuello, sus carnosos labios chupándole...
-¡Mierda Madara! ¡Concéntrate!-Se regañó así mismo un chibi Madara que se había ocultado con rabia su rostro enrojecido. Humillado de sí mismo al sentirse como un adolescente pervertido incapaz de detener tales recuerdos.
Era un hermoso domingo por la mañana, de esos en lo que no tienes nada que hacer. Estaba sentado en la entrada del jardín admirando el hermoso y cálido sol de primavera que alumbraba aquel pedazo de Edén. Había un dulce aroma a rosas que le llenaba los pulmones. Izuna las había plantado, después de muerto, Madara, obviamente se sintió responsable de cuidarlas. Su jardín era bonito, pequeño pero acogedor, un banquito de cemento- que él e Izuna habían construido cuando eran bastantes jóvenes-, debajo de un cerezo, donde el halcón reposaba calmadamente, asimilando a su amo. Unos cuantos arbustos de bayas cuyos frutos en una semana nacerían, y también, rosales de rosas rojas, y varias flores repartidas alrededor.
Era un sitio tranquilo y que lo ayudaba a pensar. Tomo un trago de su té caliente que parecía relajarlo enormemente. Vestía un humilde yukata negro y tenía el cabello recogido con una coleta alta, si quiera se había molestado en ponerse zapatillas. Estaba solo, Itachi se había ido a jugar o hacer cosas de adolescente en la casa de Shisui. Tomo entre sus manos el collar que le había regalado Hashirama, no se lo había quitado ni un día desde que se lo dio. Le gustaba, era bonito y elegante, y también...también...lo hacía sentir feliz, ¿Feliz? ¿Cómo una prenda podría otorgarle esos sentimientos?
Una mueca de consternación lo azoto "¿Qué me pasa?"
Sin embargo sus dilemas existenciales fueron detenidos por un brutal corrientazo placentero que le azoto desde el cuello hasta la parte baja de la espalda. Sintió una súbita caricia húmeda en la nuca de parte de unos labios suaves. Cada vello del cuerpo se le erizo seguido de un brillante sonrojo y prácticamente boto todo él te al piso debido al susto
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Dulces Rivales.
DiversosEran rivales, se supone que se deben odiarse a muerte, que los gritos solo debían de figurar en el campo de batalla, y no en la cama. Pero a veces, las cosas no son lo que todos creen, o al menos, no fue lo que Madara Uchiha creyó de su mortal enemi...