Epílogo

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Había pasado un año desde que Hugo había terminado de leer aquella carta. Estaba a punto de empezar un nuevo año en la Universidad, seguía estudiando Trabajo Social y ese año había decidido dejar la residencia para irse a vivir a un pequeño piso con Samantha, que ese año estaría estudiando allí también. La rubia aún seguía siendo la chica espontánea que era en el campamento, y su relación con Flavio iba sobre ruedas aunque al chico aún le quedaba un año de bachillerato. Hugo y Sam se encontraban en el piso deshaciendo las maletas. 

   -No me puedo creer que rechazaras a la chica del otro día- comentó Samantha- ¿llevas un año sin pillar por ningún lado y desprecias esta oportunidad? 

   -No sé, simplemente no me apetece tener nada con nadie ahora- dijo mientras abría Whatsapp en su móvil y leía la fecha de una conversación: 1 de enero. 

   -La sigues echando de menos, quién lo iba a decir. Tienes que pasar página, no puedes quedarte esperándola toda la vida. 

  -Ya lo sé, pero me da tanta rabia que hayamos dejado de hablar después de todo. 

  -¿Y por qué no le hablas tú? -preguntó la rubia levantando una ceja. 

   -Porque no. 

   -Ay, que tonto eres a veces, hijo mío. ¿Bajas a comprar pan para que podamos comer algo? 

   -Vooooooy- respondió Hugo, cogiendo las llaves y saliendo a pasear por las calles de Madrid. Necesitaba darse una vuelta para despejarse un poco, porque estaba empezando a agobiarse. Desde el día que la vio marchar en aquel coche no había dejado de pensar en ella. Al principio hablaban casi todos los días, pero con el tiempo empezaron a distanciarse y ahora llevaban sin mantener una conversación desde enero. Estaba sumido en sus pensamientos escuchando Landslide de Fleetwood Mac cuando le llamaron por teléfono. 

   -Qué quieres, pesada- dijo cuando descolgó el teléfono. 

  -Joder, Hugo, vaya humos me llevas, illo.- respondió Aine.- Sólo quería saber si has llegado bien al piso. 

   -Sí, perdona por ser tan borde. Tengo un mal día y no me apetecía hablar con nadie. 

   -A ver, cuéntame qué te pasa- dijo la chica mientras, al otro lado de la línea telefónica, se sentaba en el sofá de su casa. 

   -La echo mucho de menos, muchísimo. Y me siento un idiota porque ha pasado más de un año. 

   -No eres idiota. Bueno, sí lo eres, pero no por eso. Estabas enamorado de ella y eso no todo el mundo lo supera igual de rápido. Créeme, al final se te pasará y podrás enamorarte de otra persona. 

   -Supongo que sí. Más bien espero que sí, porque ya no puedo más. 

   -Mira Hugo, tienes dos opciones. Puedes seguir esperando a que ella se acuerde de ti o acordarte tú de ella. 

   -Ufff. Gracias, Aine. Te llamo mañana- se despidió el rubio al ver que tenía delante de él la panadería. 

   Había sido un año muy estresante para Alba. Se sabía de sobra que segundo de bachillerato era muy duro, pero no saber para qué lo estás haciendo también lo era. Ella nunca había tenido muy claro qué quería hacer en el futuro, y ese año había estado muy agobiada porque su padre la estaba presionando para que hiciera una carrera universitaria. Tras darle muchas vueltas y otros cuantos disgustos, había decidido que quería estudiar arte dramático en una escuela de Madrid. Allí se estaba dirigiendo con su amiga Jimena, que también iba a pasar su siguiente curso en la ciudad. Habían encontrado un piso bastante barato que les quedaba cerca a las dos. 

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