Capítulo 49 - Añoranza

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Me giré sorprendida por el tono desenfadado de su ofrecimiento. Él tenía esa sonrisa ladeada tan suya esperándome y dispuesta a desarmarme. Lo consiguió.

-Solo si no pides gyozas esta vez, sabes que no me gustan nada.

-No sé de lo que hablas, estoy seguro de que la última vez te gustaron tanto que te las comiste todas -sonreí para mis adentros con añoranza.

Alex se refería a un sinfín de semanas atrás en las que todavía no nos había pasado nada. Un "nosotros" en el que yo le mentía a mi madre para ocultarle que estaba con él, y en el que yo no había conocido a Corps ni me había peleado con Lana. Él aún tenía su empleo y no había pasado nada con Samantha.

Dios... sonaba tan lejano. Tan inocentes y con todo tan fácil con nuestros secretos y teniéndonos el uno al otro. Me mordí el labio para distraer esas lágrimas que amenazaban con salir.

-Eres un completo embustero. ¡Las odio! Odio cómo saben desde aquella vez que las vomité. No sabes cuánto asco me dan, y aun así tú siempre las pides, luego me ofreces como si fueran el mejor de los manjares y te las comes todas -no pude evitar reírme-. Pero es que además luego te sientan mal y las vuelves a pedir. ¡Eres un desastre!

No terminé la frase. Alex se lanzó contra mí y me levantó de un único movimiento volcándome sobre su hombro, con mis piernas cayendo por su pecho.

-¿Ah, sí, listilla? Ven. Vas a pedir esta vez tú -dijo llevándonos hasta el comedor donde cogió el teléfono fijo y marcó el número de memoria. Luego me lo ofreció-. Pide lo de siempre y el doble de gyozas. Voy a demostrarte que te equivocas.

-Alex, por Dios, pero suéltame. Bájame, no puedo pedir la comida aquí bocabajo en tu hombro. ¿Qué clase de castigo es este?

-Este no es un castigo. Es un premio.

-¿Un prem...? ¡Ah, si! Hola, quería hacer un pedido a domicilio. Sí, ese -dije respondiendo apuradamente a la mujer que por teléfono me preguntaba la comanda.

-Un premio para mí, claro -dijo en voz baja mientras alargaba una mano y me repasaba la cadera de arriba abajo. Su gesto hizo que se me entrecortara la voz en un par de ocasiones.

-Eso es, sí, lo se siempre. Pero escuche, en lugar de gyozas ponga pollo al limón. ¡Adiós y gracias! -y colgué antes de dejarle hablar.

-¿¡Qué!? -exclamó Alex dejándome en el suelo indignado por lo que acababa de oír-. ¿Y mis gyozas?

Yo corrí con una fuerte carcajada a resguardarme a la habitación. No pude cerrar la puerta, me alcanzó en un santiamén y me levantó y se lazó conmigo a la cama.

Las lágrimas se derramaban por mi cara mientras intentaba parar de reír. Reí tanto, tan fuerte, tan intensamente, que el estómago me dolió. Por unos segundos fuimos los de siempre. Solo él y solo yo. Solo nosotros.

Alex se tumbó boca arriba con los brazos extendidos a los lados. Soltó un gran suspiro y se enjugó las lágrimas que la risa le había provocado.

-Dios, necesitaba esto...

-Y que lo digas -dije entendiendo a la perfección cómo se sentía.

-Lo que daría por volver atrás y hacer las cosas diferentes.

-Lo entiendo, pero, ¿todo? ¿Cambiarías lo nuestro?

-No te cambiaría a ti por nada del mundo, ¿me oyes? Pero no haría nada como lo he hecho, haría de profesor normal contigo y, años después, cuando fueses más mayor y hubieses experimentado todo lo que te toca vivir, te hubiese buscado para no soltarte jamás.

-Que digas eso me hace sentir triste y feliz al mismo tiempo. Noto el arrepentimiento, pero tiene sentido, entiendo que ahora es tarde...

-¿Sabes? Estoy verdaderamente impresionado por la manera en la que se lo ha tomado tu madre. Jamás hubiera esperado que hubiese reaccionado así, esperaba todo lo contrario. Amenazas, acciones legales...

-Es la mejor madre del mundo. Creo que ha ido comprendiendo por todos los puntos por los que he pasado, conociendo mis sentimientos aún con tanta mentira y, por eso, cuando ha sabido que eras tú, no ha podido obviar que me entendía. Aunque ahora...

-Evelyn, el ahora es lo único que tenemos -dijo girándose y mirándome a la cara quedándose muy cerca-. Tengo que resolver mi situación en el instituto, pero la verdad es que no pinta nada bien. En el mejor de los casos no tomarán represalias y me ofrecerán que deje el colegio. En el peor... puede ponerse muy fea la cosa.

-Dios, podría matarla. Esa puta psicópata que prefiere joderle la vida a alguien a que la rechacen. La mataría, te lo juro. Sueño con estrangularla con mis propias manos -dije iracunda.

-No sirve de nada que pienses eso, pero reconozco que de vez en cuando mis pensamientos también van por ahí. Yo...

Sonó el móvil de Alex interrumpiendo nuestra conversación. Él se puso serio y se levantó a cogerlo. Levantó las cejas al ver el destinatario y salió de la habitación.

Me quedé con una turbia sensación en la boca del estómago. Esperé y esperé hasta que sonó el timbre de la puerta con lo que sería la comida que habíamos pedido y fui a abrir. Escuché a Alex en el balcón despidiéndose de su interlocutor y venir hacia mí. Estaba pagando al repartidor con el dinero que él había dejado en el mueble de la entrada cuando sonó de nuevo su móvil. Él vio la pantalla del teléfono, luego me miró significativamente y volvió a salir al balcón. Tuve una mala sensación al respecto.

Fui a la cocina y comencé a coger platos y a sacar la comida. No pasaron más de quince minutos cuando Alex volvió. Mi corazón en un puño anticipando el desastre.

-Ha llamado el Director. Me ha citado mañana -tragué saliva. No era tan malo, veríamos que le decían-. Y también ha llamado mi hermana, dice que ha hablado con su mejor amigo y que me ha conseguido un puesto de profesor en un colegio en Nebraska.

Se me cayeron los palillos al suelo. Alex corrió a mis pies a recogerlos, luego me miró significativamente con las manos en mi rostro.

-Evelyn. Tú lo sabes, ¿verdad?

Fruncí el ceño.

-Sabes que te quiero, ¿verdad?

Tragué saliva. Las lágrimas brotaron a torrentes por mi rostro. No podía hablar, pero lo sabía. Lo entendía, y, como lo amaba, sabía que tenía que irse. Él lo sabía también y tenía la decisión tomada. Sus ojos así me lo transmitían.

-Claro que lo sé -dije con una torpe sonrisa limpiándome las lágrimas-. Pero, aunque te vayas, yo también te quiero y siempre te querré. Y, ¿sabes qué?

-¿Qué? -dijo tiernamente con los ojos llorosos.

-Que aún tenemos algo.

-¿Qué es? -dijo con las manos acariciando mis hombros.

-El ahora. Ahora mismo. Estamos tu y yo y los problemas nos esperan hasta mañana.

Alex sonrió conmovido y me dio un dulce beso en los labios antes de asentir. Cogió los platos y se dispuso a salir a la terraza a poner la mesa cuando le detuve.

-Alex, también tenemos otra cosa.

-¿Qué?

Le lancé un tapper que cogió en el aire.

-Gyozas. Se han equivocado y han traído gyozas.

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