Capítulo 12 - Dulce Inocencia

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En el escaso tiempo que me quedó de almuerzo acordé con Lana quedar después de las clases en su casa para charlar. Sin decirnos nada, ella ya sabía que se trataba de aquel secreto que había intentado ocultar todo este tiempo. Le envié un mensaje a mi madre de que me quedaría a dormir con Lana. Eran tantos años de amistad y confianza que ni siquiera se planteaba en decirme que no, al revés, lo agradecía ya que ella siempre estaba trabajando y no quería que me sintiera sola.

Llegó la hora de partir del instituto, el viaje se nos hizo largo a ambas porque sabíamos lo que ahora venía. Al llegar a su casa no había nadie, por lo que nos cogimos unas cervezas y subimos a su habitación. Nos sentamos al pie de la cama cruzando las piernas y mirándonos cara a cara.

-Ya tiene que ser serio el tema, hace tiempo que no nos sentamos así -dijo Lana alargando el brazo para realizar el brindis.

-Lo sé, Lana, se me ha ido de las manos. Te necesito para darme una visión objetiva de esta obsesión. Es por Alex -dije sin tapujos. Con ella no tenía que ir con segundas, no me iba a juzgar.

-Joder Evelyn, creía que era algo más serio. Eres como mi hermana, lo noté desde el primer momento en que os visteis en clase -dijo relajando la postura - mmm... ¿Ya os habéis acostado?

-¡No, por Dios! -dije llevándome las manos a la cara, recordando lo pasado entre nosotros.

-Pero sí que quieres, lo que pasa es que lo ves inmoral -afirmó Lana, a lo que asentí.

-Lana, nunca había sentido tal atracción por nadie, me nubla la mente con solo aparecer y casi no me reconozco cuando estoy con él. ¿Qué me pasa? -dije suplicante esperando que me dijera algo revelador, y así fue.

-¿Te acuerdas de Mark? -asentí, fue su primer amor-. Pues según cómo me lo estas describiendo, te estás enamorando y no hay nada de malo en ello -dijo pegando un trago al botellín de cerveza.

-Pero si no lo conozco, no sé nada de él...

-¿Y? Con todo lo que lees, habrás oído hablar de los amores platónicos. A mí me pasó igual, créeme que si hubiese sabido más de Mark...no hubiese iniciado una relación -verla así me entristecía enormemente, hacía tiempo que no hablábamos de esto, era tabú.

-¿Y si me hace daño? ¿Y si luego no me gusta? ¿Y si me deja por ser una cría...?

-¡Y si, y si, y si! Si sigues así, nunca lo sabrás nena, lánzate a la piscina y si pasa algo...que no tiene por qué pasar, yo estaré aquí ¿vale? -dijo alargando los brazos para fundirnos en un abrazo.

No sé qué haría sin ella.

-Ahora, cuéntamelo todo, con pelos y señales por favor. No te dejes nada en el tintero.

Lana se subió a la cama y la seguí. Me puse a explicarle todas las situaciones vividas con Alex. Hablarlo en voz alta me hizo relajarme y pensar las cosas con más claridad. Casi tenía dieciocho años, nos llevábamos ocho años de diferencia, no era ninguna locura. El único impedimento que veíamos era que seguía siendo mi profesor. Notaba cómo Lana maquinaba algo en su mente a cada explicación que le daba.

-Qué suerte tienes Evelyn, normal que te lo quieras tirar. Necesitas romper sus esquemas, hacer algo que no se espere, volverlo loco -dijo Lana emocionada.

-¿Y qué hago? Él siempre toma el control de la situación, da igual cómo lo haga -dije apenada.

-Debes provocarle, tienes que conseguir que te "castigue" -dijo entre risas, pero sabía que hablaba en serio.

Lana se levantó de la cama y fue directa a su armario, rebuscó entre toda su ropa hasta que dio un grito haciendo ver que había encontrado lo que buscaba. Se giró hacia a mí, en sus manos se encontraba con una prenda con la que hasta el propio diablo se escandalizaría.

Llegó el miércoles, el siguiente día que me toparía con él en el instituto. Me miré al espejo y por el reflejo visualicé la ropa que me había dejado Lana, aquello era en toda regla un llamamiento de atención.

Era un vestido negro, agarrado en el cuello con encaje del mismo color. Dejaba mi espalda entera al aire, por lo que no podía llevar ropa interior dando rienda suelta a mis pechos. La cintura se acentuaba gracias a un cinturón a juego que soltaba a su paso una falda vaporosa que me llegaba a la mitad de los muslos. Me maquillé como siempre y esta vez dejé mi cabello suelto y me puse unas sandalias negras sencillas, ya bastante llamaba la atención con el resto.

Llegamos al instituto y me costaba bajar del coche, busqué la mirada de Lana con súplica, no me atrevía a dar ese paso ¿y si salía mal?

-Vamos Evelyn, yo también me he puesto provocativa, así nadie te podrá decir nada.

-No te has puesto así solo por mí -dije con retintín, sabía que había aprovechado la ocasión para provocarle un infarto a Kevin.

Tenía clase de Música tras el almuerzo, me quedé rezagada del grupo para ir al baño. Cuando salí, los pasillos estaban vacíos, pero a la lejanía pude distinguir la silueta de Alex. Había llegado el momento, inconscientemente mis manos intentaron bajar la falda, pero era físicamente imposible, no había más tela para estirar.

Su paso decidido acortaba la distancia entre los dos rápidamente, nuestras miradas permanecían firmes diciéndonos todo con la boca cerrada. Noté cómo tenía las manos cerradas con tal fuerza que sus nudillos estaban blancos, su mandíbula apretada y su respiración agitada, aquello me daba a entender que mi objetivo había sido cumplido, pero no sé hasta qué punto lo había subestimado.

-Evelyn... -dijo cuando se encontró cara a cara conmigo, mirándome de arriba abajo, devorándome. Aquello hizo que se me erizara la piel, resaltando mis pezones sobre la tela.

-Alex... -susurré mientras me mordía el labio inferior.

-Por Dios, Evelyn. No me hagas esto, solo soy un pobre mortal -dijo acercándose un paso más tras comprobar que nadie venía por los pasillos-. ¿Cómo crees que pueda resistirme a estamparte aquí mismo y hacerte mía si vienes así? -dijo rozando muy lentamente con su dedo el borde de la tela del vestido desde la clavícula hasta el cuello.

Aquello fue suficiente para hacerme temblar en respuesta a su roce, a sus palabras sucias provenientes de tan apetitosos labios.

-No hagas eso. Para o te juro que lo mando todo a la mierda y te lo hago aquí mismo -dijo casi enfadado.

-¿El qué? -dije sin comprender.

-No te muerdas el labio. Me estás matando.

De pronto se escucharon pasos y Alex reaccionó a la velocidad de la luz, separándose y poniendo gran distancia entre nosotros. Cualquiera que nos viese pensaría que, por su cara de mosqueo, me estaba reprendiendo por la vestimenta. Bastante acertado por otro lado.

-Profesor, ¿viene ya? -preguntó Jane, una alumna repelente que siempre se ponía en primera fila sin quitarle los ojos a Alex.

Sentí la furia burbujear en mi interior. Aquella maldita inoportuna nos había interrumpido en el momento más decisivo.

-Claro Jane, vamos para allá -dijo caminando a su altura.

Yo me quedé inmóvil, aún permanecía petrificada en la misma posición en la que él me había tocado. Jane caminaba a su lado sonriente, evidentemente satisfecha de haber robado su atención. De pronto Alex se detuvo y se giró hacia mí, señalándome.

-Y Evelyn, no me he olvidado de usted. A clase -dijo Alex secamente. Jane me miró complacida-. Y como le he dicho antes, está castigada.

Jane se rio por lo bajo, pero yo casi estallo en mil fuegos artificiales. Oh, Jane era una completa ilusa, no sabía a qué tipo de castigo se refería Alex. Yo tampoco lo comprendía del todo, pero estaba más que dispuesta a descubrirlo. Como un conejito feliz fui dando saltitos tras ellos hasta la clase.

Poemas CarnalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora