Capítulo 25 - Inevitable Locura

33 10 0
                                    

Su coche olía a limón y sal. Me pregunté si hacía muchos viajes a la costa en coche para que oliera a mar. Sus gestos, lejos de ser bruscos, eran suaves y controlados, pero algo en él me tenía completamente intimidada. Quizás la vergüenza de que me viera ponerme así, o el sentimiento de culpa por ponerlo en situaciones comprometidas y ponerlo constantemente celoso con Eric. Verdaderamente se me estaba yendo la cabeza por él.

-Lo siento mucho Alex.

Él me miró un momento apartando la vista de la ventanilla y no dijo nada. Empecé a sentirme nerviosa, lo vi dirigirse a un lado de la carretera y detener el coche. Con expresión serena se quitó el cinturón de seguridad y se giró hacia mí.

-¿Qué sientes Eve?

-Yo... te he puesto en una situación...

-No sigas, si alguien aquí se está portando como no le corresponde a su edad ese soy yo. Y quien tiene que pedir perdón es el profesor que no sabe controlarse y ha querido ir a donde estabas cuando sabía que era una noche para ti y tus amigos.

-Eh...

-Déjame acabar. Me vuelves loco Eve, hasta un punto en el que no me siento nada cómodo. Me he transformado en alguien que no me gusta y quien nunca he sido. Yo no soy celoso, y mucho menos posesivo, y aun así no he podido evitar ponerme así por un niñato de diecisiete con muchos aires. Si quieres estar con él, como amigo o novio, tienes todo el derecho, a mí no me incumbe, o no debería...

-Ahora déjame seguir a mí. Sí te incumbe, sí debería. Estoy loca por ti, no se por qué me ha costado tanto darme cuenta. No siento nada por Eric más allá de un poco de atracción superficial y nunca estaría con él. No se porque he dejado que avanzara o se malinterpretara todo tanto -le cogí la mano y le miré fijamente a los ojos-. No importan los celos, no importa nada, cuando haces algún gesto como el de hoy de venir a verme yo... me derrito por dentro.

Alex me miró unos instantes en silencio, acariciando con su pulgar mi mano y acercándome a él.

-Si me dices esas cosas no voy a poder parar, ¿entiendes? -dijo acercando su rostro a el mío y depositando el beso más suave y tierno que me han dado jamás-. Se que deberíamos esperar unos meses a que tengas los dieciocho, pero no entiendo por que se me hace tan imposible. Ten, puede que esto te haga entender un poco.

Alex me ofreció un pequeño cuaderno con cubiertas de cuero ornamentadas con dibujos dorados. Tenía un pequeño candado colgando en el extremo. ¿Un diario?

-¿Qué es? -dije acariciando el relieve de las decoraciones en la portada.

-Es un cuaderno, solo para ti y para mí, en el que escribiremos siempre sin nombres ni grandes detalles que puedan ser reveladores cosas que queramos que el otro lea. La primera parte la he escrito esta tarde cuando no podía sacarte de mi cabeza. Tanto, que he tenido la genial idea de ir a verte aun sabiendo que estabas acompañada para dártelo y hemos acabado montando una escena. Si es que, Evelyn, me estás matando... ¡Y toda la culpa la tienen estos deliciosos mofletes llenos de pecas! -dijo estirando mis mejillas con expresión divertida.

-¡Suelta, señorito bollito tierno! Nunca te lo he dicho pero ese lunar que tienes encima del labio me vuelve loca -dije sonriendo. Iba a besarlo pero me interrumpió.

-Casi se me olvida, para abrirlo necesitarás una llave -dijo sacando de su bolsillo una bonita pulsera plateada con abalorios que colgaban y dándomela.

-Pero esto es una pulsera.

-Ajá.

-¿Y la llave?

-Fíjate bien.

Volvía mirarlo y esta vez advertí una pequeña llave plateada que colgaba entre varios abalorios más; un corazón, una estrella, una campana... Sin duda lo había pensado detenidamente. Nadie caería en que la llave decorativa de aquella pulsera abriría aquel cuaderno.

-Eres un genio -dije emocionada abriendo el candado con la llave y mirándole a los ojos. La felicidad había evaporado del todo el alcohol en mi cuerpo-. Un verdadero genio.

-Lo se -dijo riendo-. Una de mis aficiones son las cosas manuales. Mi hermana me obligó a acompañarla a un curso de bisutería porque había que ir por parejas y acabé aprendiendo a hacer estas cosas. Aunque no peguen mucho con un profesor guapo y sexy que se toma muy en serio su trabajo.

-Suerte para ti que no seas guapo y sexy -dije burlona abriéndolo en la primera página.

Alex soltó un bufido de lo más sexy a lo que me reí y, sacándole la lengua intenté, pese a la escasa luz, leer lo que sus maravillosas manos me habían escrito. Estaba escrito en tinta, con lo que parecía una pluma, y en una preciosa caligrafía curva.

Si los pensamientos pudieran hablar,

Si los suspiros pudieran componer canciones,

Si los deseos pudiesen ser oídos,

Si mis sueños te trajeran físicamente a mi cama cada noche...

Sí estás, si estuvieras y si estarás...

Conmigo. Sería feliz. Siempre. Si dijeras que sí.

Algo se me revolvió dentro. No fue el alcohol, no fueron los nervios, tampoco la impresión de lo que me estaba declarando con aquellas letras. Fue la consciencia de lo que sentí. Aquel enamoramiento que me arrastraba desde las entrañas hasta más abajo, llevándose mi alma, mi voluntad, mi raciocinio... Toda yo, desde aquel momento era suya.

-No puedo expresar lo que me has hecho sentir con esto -dije susurrando mientras me acercaba y me sentaba en sus piernas como pude.

-No hace falta que digas nada -dijo besándome.

Sus manos en mi mandíbula y mi cuello, devorándome con una pasión que me ponía los pelos de punta. Solo pude susurrar antes de volver a besarlo con todas mis fuerzas.

-Sí. Sí, sí y sí. Siempre...


Poemas CarnalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora