-¿Cómo? -susurré sin aliento.
El corazón desbocado. Su aliento todavía en mi cuello erizándome la piel.
-Lo que has oído -dijo incorporándose y caminando hacia la ventana a mi espalda-. No puedo permitir ese comportamiento en una alumna.
Tragué saliva con dificultad ante su comentario, se veía tremendamente intimidante. De repente se giró y me miró directamente.
-Necesitas un castigo.
Tosí sorprendida por sus palabras. Todo aquello tenía cierto componente juguetón que me estaba matando. Era como si una cuerda tirase de mi pecho hacia fuera y estuviese tan tensa que estuviese a punto de romperse.
-Yo... -cometí el error de mantenerle la mirada. En esa batalla él siempre me ganaría. Necesitaba salir de ahí o moriría de un ataque al corazón-. Copiaré la frase... cumpliré el castigo obedientemente...
Cogí temblorosa el bolígrafo y me puse a escribirla torpemente. Las palabras se me atascaban. Era ridículo poner aquello por escrito. ¿Qué haría luego con el papel?
-Evelyn. Dime, por favor... -dijo poniéndose frente a mí y agachándose sobre sus talones. Sus brazos apoyados en mi pupitre-. ¿Qué voy a hacer contigo?
Su tono había cambiado, parecía casi de súplica. Levanté los ojos del papel y lo miré. Aquel mar agitado y tormentoso que tenía por ojos me capturaba. Me pedía algo, me estaba suplicando por algo. Solté el boli y, atrapada por esa conexión que parecía parar el tiempo, llevé de forma inconsciente mi mano hasta él. Rocé su mano. Un escalofrío me recorrió en el mismo instante en que nos tocamos. Sus ojos miraron el gesto asombrados y luego volvieron a mirarme como preguntando. Se incorporó de golpe y con una dulzura asombrosa llevó su mano hasta mi trenza, acariciando el cabello y acercándose más. No pude evitarlo, respondí de nuevo a su gesto. Me levanté y lo miré. El aliento contenido.
-Deberías volver con tus amigos -dijo arrastrando cada palabra, como negándose a decirlas.
Yo asentí, y con rapidez cogí la mochila y el resto de cosas y me dirigí a la puerta. De pronto caí en la cuenta.
-Pero, ¿y el castigo? No he copiado la frase todas las veces...
-Esta vez lo pasaremos por alto. Ya no es necesario el castigo -de pronto sonrió alcanzando el nivel máximo de sensualidad-... aunque no le puedo prometer que no vuelva a pasar.
El resto del día fue como estar en una nube. No por ser bueno, sino porque no podía despegar mi mente de lo ocurrido con Alex y dejar de pensar en esos minutos que parecían habernos llevado a algún punto en nuestra relación que no sabía del todo identificar. ¿Un paso hacia adelante? No estaba segura.
Estuve evitando a Eric por la vergüenza de lo ocurrido la noche anterior. Al fin y al cabo nuestros acercamientos se producían siempre que había cantidades de gente, fiesta y alcohol de por medio. No tenía ni su móvil ni sabía gran cosa. Probablemente se pareciera bastante al tipo de relación que mantenían Kevin y Lana, solo que ambos querían. En mi caso, simplemente me había dejado llevar un poco más de la cuenta. Al fin y al cabo tenía casi diecisiete años y medio. Por ello se me hizo especialmente difícil ignorar las miradas que me estuvo dirigiendo Eric durante todo el día. Sentir sus ojos en mi nuca en la cafetería y en el aparcamiento se me hizo especialmente agobiante.
-¿Crees que debería hablar con él? -pregunté a Lana subiendo a su coche y haciéndole un gesto con la cabeza para indicarle que hablaba de Eric.
-Si buscas algo, sí. Si no, lo sobreentenderá porque no has despegado la mirada del suelo desde que ha llegado a clase. No le puede caber duda de que le estás evitando.
-Qué duro se me hace esto. No sé qué hacer en este tipo de situaciones.
-Tranquila, florecilla -dijo poniéndose el cinturón-. Ya iba siendo hora de que te dejaras llevar y vivieras un poco tu adolescencia. Aunque creo que más que un niñito juerguista, te pega más un hombre-asintió sorprendida por su propia ocurrencia-. Sí, eso es. Un hombre empotrador y maduro que te enseñe.
Mis mejillas se pusieron de un vivo color rojo. ¿Es que sabía algo de mi gran atracción por Alex? ¿Me había leído el diario? Lana me miró y estalló en una fuerte carcajada.
-Vamos, no seas tímida mujer. Yo también querría un hombretón de verdad para mí. Alguien que me invite a cenar, que decida los planes, que me folle cuando tenga ganas sin preguntar y con una casa propia... Dios, me encantaría. Debe de ser lo mejor del mundo.
Las imágenes de todas aquellas escenas que Lana comentaba con Alex me golpeaban el cerebro. ¿De verdad sería así? Un calor sofocante empezó a recorrerme desde arriba hasta cierta zona más abajo.
-Bueno no me hagas caso. Mañana es viernes así que dime, ¿el sábado nos vamos al cine a ver la nueva de Scarlett? Tiene un montón de premios.
-Sí, perfecto. Necesito despejarme-dije saliendo del coche y lanzándole un beso.
El viernes no tuvo nada de especial, las clases pasaron extraordinariamente lentas. No vi a Alex en todo el día. Comí con mi madre en "Friday's" costillas a la miel y luego fui a casa de Lana. Su hermano estaba en casa, y era tan escandaloso y llevaba a tantos amigos que se nos hacía insoportable. Se adueñaban de la televisión y las consolas y no dejaban oír nada con tanto grito, por lo que pasamos la tarde en el parque hablando de recuerdos de series de cuando éramos más jóvenes y luego dormimos en mi casa.
Al día siguiente desayunamos tortitas caseras hechas por mi madre. Los fines de semana le veía muy pocas horas porque era cuando más turnos tenía. Aquella noche no iba a ser una excepción.
Estábamos por la tarde en el centro comercial haciendo cola en el cine cuando un sonido en el móvil de Lana nos interrumpió.
-Me está llamando Kevin. ¿Qué querrá?
-Ya veo que por fin tiene tu móvil. Pregúntale, aún tenemos un montón de gente delante.
Lana cogió el móvil y se alejó con expresión risueña para que no escuchase la conversación. Yo me quedé leyendo el folleto de películas, y diez minutos después apareció mi amiga con un a expresión sumamente feliz.
-Tía, me vas a matar.
-¿Qué pasa? Quiere verte -ella asintió y puso cara culpable-. Quiere verte ahora. Adiós al cine, ¿no?
-Le he dicho que se apuntara, pero ha dicho que no le apetecía nada ver una peli de un divorcio. Nos ha invitado a su casa.
-No, ni hablar-dije vehemente-. Ve tú.
-Tía lo siento muchísimo, pero, ¿te importaría mucho si voy? Podemos ver la peli en otra sesión o mañana.
-Ve, no pasa nada... -dije resignada.
Lana me abrazó y me apartó de la cola para el cine. Me estaba dando las gracias cuando soltó un chillido agudo.
-¡Tía! ¡Tía! ¿No es ese Alex, nuestro profesor? -dijo señalando una figura masculina que caminaba por el piso de abajo-. Sí, sin duda lo es. ¿Qué hará aquí? ¡Y solo! ¿Habrá quedado con su novia?
Un fuego de nervios estalló en mi interior. ¿Alex? ¿Allí? ¿Solo?
-Tía, ya te lo he dicho, vete con Kevin. Yo me quedo a hacer unas compras -dije empujándola hacia las escaleras mecánicas-. En serio, no me molesta nada. Si al final de la noche quieres que nos veamos me escribes un "WhatsApp".
-Pero... ¿seguro? Yo aún tengo un rato -dijo intentando retroceder.
-Vamos, no le hagas esperar. Para qué os vas a quitar tiempo. Vete, yo me compro una faldita o algo y me voy, que el bus 8 me deja en la puerta de casa y lo sabes. Que vaya muy bien, ya me cuentas-dije dándole un beso en la mejilla y haciéndola bajar.
Lana me sonrió mientras bajaba y yo salí corriendo de allí en dirección opuesta. Tenía algo más importante que hacer. Tenía que encontrar a Alex. No quería que me viese, pero necesitaba descubrir qué hacía allí. Y más importante aún, si había quedado con alguien.
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Poemas Carnales
Romance"Ambos sabemos que está mal, que esto que hacemos no es correcto pero... Nunca antes había sido tan consciente de mi propio cuerpo y el placer que dos almas destinadas pueden proporcionarse la una a la otra, ¿hasta dónde pueden llegar las enseñanzas...