Capítulo 33 - Corderos y Lobos

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¿Castigada? Me subieron los colores por las mejillas. Eso era bueno, ¿no? ¿Y por qué su expresión al decirlo me había congelado la sangre?

Me levanté dispuesta a ir tras él para aclararlo cuando una voz al otro lado de la puerta me detuvo. Una voz femenina. Ella.

-¡Por fin te encuentro, Alex! -dijo la Meretriz con aquel tono siseante y seductor que hacía que dieran ganas de tirarla por las escaleras-. Estos adolescentes son unos irresponsables, desde luego. Menos mal que estamos aquí tú y yo.

Tú y yo.

"Tu puta madre" pensé rabiosa. No había un ella y él, éramos él y yo. El alcohol, los celos y el enfado me estaban subiendo por igual. Me encontré con la oreja pegada a la puerta y los ojos desorbitados. La imagen no era nada atractiva.

Sonó mi móvil y yo maldije al universo. Estaba en mi bolsillo y sin duda ellos habrían oído que el sonido procedía de al otro lado de la puerta justo donde estaban. Lo miré por encima, un mensaje del grupo que habíamos hecho del viaje escolar.

"Esta noche aún no ha terminado. Hemos descubierto que la planta 5 está vacía por reformas en las habitaciones. En 30 minutos, cuando los profesores se hayan acostado, empieza el juego de Corderos y Lobos. Estad preparados y acudid sin hacer ruido y sin luces. El juego empieza"

Fruncí el ceño. ¿Un juego llamado Corderos y lobos? ¿WTF? Lo ignoré y lancé el móvil a la cama. Volví a pegar la oreja a la puerta, pero el sonido se alejaba y ya apenas los escuchaba.

-Esa alumna debe de ser de lo más problemática. Traer a tantos estudiantes a su habitación con alcohol y música infligiendo las reglas en la primera noche...

-No sabes cuánto.

Y dejé de oírlos. Empecé a dar vueltas por la habitación fuera de mí. ¿Adonde iban? ¿Por qué él no me había defendido? ¿Era problemática? ¿Ya no me deseaba? ¿La había cagado o tenía él la culpa? Un torbellino de preguntas sin coherencia alguna se arremolinaba en mi cabeza alcoholizada.

Llamaron a mi puerta.

-Eve, soy Eric.

Abrí despacio. Lo encontré inseguro revolviéndose el pelo. Pasó adentro sin que lo invitara.

-Esto... ¿vas a subir a jugar a la planta 5?

-No.

-¿No? Claro, no, yo tampoco.

-Estoy cansada y voy a dormir. Me duele un poco el estómago -mentí.

Él me miró largo rato y luego dio unos pasos por la habitación mirando mis cosas. Casi todas en el suelo, y todo sucio y revuelto por la gente que había venido a la improvisada fiesta. Vi que caminaba tambaleándose, aún estaba un poco borracho.

-Vale, buenas noches. Nos vemos mañana -dijo manteniendo el contacto visual y acercándose a mí.

Comprendí entonces lo que pasaba. En la pequeña fiesta me había ignorado, al igual que en el autobús, pero en cuanto bebió un poco todos sus propósitos se fueron al garete. Y ahora, el hecho de encontrarme a solas en mi habitación, con la cama a medio metro de nosotros, le estaba envalentonando.

-Eric... -logré decir retrocediendo hasta la pared huyendo de su cercanía física.

Él siguió avanzando hacia mí. Su aliento olía a alcohol y sus ojos estaban fijos en mis labios. Sus manos envolvieron mis hombros con posesión.

-Lo sé, pero esta noche me la suda todo. Solo quiero hacer esto -dijo acercando su rostro a mi cuello.

Aspiró mi aroma y gruñó excitado en respuesta. Un pequeño escalofrío me recorrió sorprendiéndome incluso a mí. Luego posó sus labios por mi cuello con suavidad, me dio un beso y luego me mordió.

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