Después de setenta y seis minutos, los restos de comida fríos yacían en sus cajas observando cómo abrazados mirábamos hacia el horizonte absorbiendo hasta el último minuto juntos. Empapándonos el uno del otro y regalándonos caricias que marcarían en lo mas profundo de nuestro ser.
Las luces de la ciudad iluminaban el cielo provocando un sinfín de colores dignos de admirar, pero mi corazón se desbocaba por otra cosa la cual no quería admitir. Iba a ser el fin, y ambos lo sabíamos pero actuábamos como si aquello fuera ajeno a nosotros.
-Dentro de poco es mi cumpleaños, ¿ya has pensado mi regalo? –dije rompiendo el hielo.
-Oh, ¿es tu cumpleaños? No lo sabía –dijo tranquilo mientras bebía cerveza.
Le propiné un golpe en las costillas el cual le hizo escupir un poco de la bebida. Sabía que lo sabía y jugaba conmigo el muy cabrón.
-Vale, vale, me has pillado. Pues claro que tengo tu regalo, además, ese día te voy a llevar a comer a un buen japonés y no esto que nos pedimos. ¿Debo recogerte con globos y flores?
-Por supuesto, y te olvidas de los mariachis –dije carcajeándome a lo que él se sumó.
-Sabes que pase lo que pase siempre te amaré, ¿verdad? –preguntó a pocos centímetros de mi rostro mientras con su mano me acariciaba el pelo nervioso.
-Seguro que encuentras a otra rápido... -dije provocando esas dulces palabras de su boca.
-No te voy a mentir, voy a intentar ser fiel a ti pero no sé cuando volveré a verte ni qué es lo que el destino nos depara, tendré líos aquí y allá... pero Evelyn, lo que siento por ti no tiene nombre, sabes que no soy de exagerar pero en referencia a ti...se me encoge el pecho el pensar que vamos a estar separados. No me imagino otro tipo de vida que no sea contigo, pero en parte creo que va a ser bueno esto, eres muy joven y podrás experimentar más cosas... - expuso mientras miraba sus pies.
-Alex, no quiero experimentar más cosas, yo solo quiero estar contigo –dije sollozando-. Puedo irme a Nebraska cuando me gradúe, las universidades de allí no son malas.
-No voy a dejar que lo dejes todo por mí, Eve, tenías ya elegida la carrera y la universidad y no, no hagas literatura, eres malísima –dijo en un tono más divertido suavizando el tema, pero mis lagrimas habían empezado a brotar.
-¿Y relación a distancia? –dije en una última esperanza.
-Sabes que no va a funcionar, solo nos quemará y acabaremos cabreados, no quiero recordarte así. Eres el amor de mi vida y siempre lo serás, solo que no es el momento.
-¿Y cuándo será el momento puto perfecto? –dije cabreada.
-¿Confías en mí? –asentí–. Créeme que llegará, pero no sé si dentro de unos meses, unos años o cuando, pero yo voy a confiar que llegará, haz tú lo mismo, cariño.
-¿Y si no llega, Alex? ¿Tendremos familias? ¿Y si cuando queramos encontrarnos soy una vieja decrepita? ¿Vamos a estar toda la vida esperándonos? –escupí todo lo que llevaba dentro.
-¿Y no es bonito eso? Por supuesto que, si sale la oportunidad de rehacer nuestras vidas debes aprovechar ese momento, pero en el fondo vas a vivir una vida entera enamorada y con esperanza de que en cualquier esquina pueda aparecer el amor de tu vida y, el amor, ya sabes no comprende de edades.
-¿De donde sacas todas esas ocurrencias? Confiesa, ¿de qué libro las sacas? –acusé.
-Ja,ja,ja es el libro de mi corazón que llenaste con todo tu amor –dijo cual galán mientras yo hacia en mímica como si vomitara rayos de arcoíris al escuchar tanta cursilada junta.
Poco a poco nuestras risas se aflojaron y nuestros cuerpos empezaron a atraerse. Su nariz rozó la mía delicadamente pidiéndome permiso para poseer mis labios, a lo que accedí con un leve movimiento de cabeza.
Su lengua caliente repasó mis labios humedeciéndolos a su paso, terminando en un suave beso y ansioso por obtener más. Entreabrí mi boca, él sonrió pícaramente y, sin más espera, devoró mis labios con fuerza, con necesidad, hasta que nuestras lenguas se encontraron retorciéndose, acariciándose, provocándose, amándose...
En un suave movimiento hizo que me sentara encima de él y sus manos comenzaron a bajar por mi espalda. Él no se separaba de mi boca, necesitábamos el uno del otro, necesitábamos bebernos, saborearnos, recordarnos... Sentía cómo apretaba mis glúteos con fuerza y su erección creciendo debajo de mí.
Me cogió en volandas y me llevó hasta adentrarnos en su habitación, estábamos ansiados por tocarnos más allá de la ropa. Me empotró contra una pared, mis piernas rodeaban su cadera proporcionándonos un poco de equilibrio. Se separó de mí, tenía los labios enrojecidos de la fricción, sus grandes manos estrujaron mis pechos para acto seguido, romper todos los botones de la camisa que llevaba dejando a su merced mis pechos envueltos con un conjunto que él mismo me había regalado.
Iba apoderándose de cada centímetro de mi piel, encendiendo una llama en mi interior que debía ser apagada antes de que pudiera quemarme.
Poco a poco fuimos recorriendo todos los rincones de la habitación acariciándonos, besándonos y encendiéndonos. Llegamos a la cama y, como si cogiera a una muñeca de porcelana, me posicionó con cuidado en el centro, acomodando mi cabeza en la almohada impregnada de su olor.
Mi cuerpo lo recibía gustosamente mientras se deshacía de las ultimas prendas de ropa. Me abrió los muslos lentamente sin desviar la mirada de mi rostro, fue acercándose cada vez mas hasta que pude notar su miembro en mi entrada. Lentamente fue introduciéndolo mientras nos observábamos, guardando esa imagen en nuestra memoria para siempre. Sus ojos entrecerrándose de placer, su boca entreabierta soltando un leve y grave gemido, las venas de su cuello hinchadas y marcadas. Se adentraba cada vez más y más y, cuando llegó al final, rápidamente salió y volvió a entrar en mí de una estocada, robándome un gemido que se hubiese oído a cinco manzanas.
Aquello no era un polvo normal, me estaba haciendo el amor. Nos estábamos despidiéndonos de nuestros cuerpos, alargando todo lo posible el orgasmo. Nos besábamos, nos separábamos, nos lamíamos, cambiábamos de postura y vuelta a empezar.
Sudados y agotados, nos dispusimos a llegar al orgasmo. Habíamos vuelto a la postura inicial, él encima de mí, observándome y yo hundiéndome en esos ojos azules que hacían perder mi raciocinio. Poco a poco fue aumentando la velocidad de sus embestidas al compás de nuestros gemidos, hundió su cabeza en mi cuello y en unos minutos estábamos al borde del abismo, lanzándonos ambos a la vez, gimiendo, gritando, rugiendo...
Adoraba cuando se quedaba encima de mí mientras le acariciaba la espalda, hasta que de pronto comprendí que iba a ser la última vez que lo hiciera. En mis ojos comenzaron a crecer lágrimas, pero no quería que me viera llorar, así que, en silencio, iban resbalando por los laterales muriendo en mi cabello.
Noté cómo Alex comenzaba a convulsionar levemente y seguidamente escuché en mi oreja su propio sollozo. No lo aguantábamos más, la vida era injusta, muy injusta, y nos había dado un palo enorme.
Allí nos quedamos abrazados, llorando a ratos, durmiendo a ratos agotados, hasta que finalmente era la hora de la "Reunión" que decidiría nuestro incierto futuro.
ESTÁS LEYENDO
Poemas Carnales
Romance"Ambos sabemos que está mal, que esto que hacemos no es correcto pero... Nunca antes había sido tan consciente de mi propio cuerpo y el placer que dos almas destinadas pueden proporcionarse la una a la otra, ¿hasta dónde pueden llegar las enseñanzas...