-Buenos días. Por favor, poneos todos en pie. Vamos a hacer un ejercicio -dijo Alex entrando a clase de forma precipitada-. Vamos justos de tiempo, así que vamos, no me hagáis esperar.
El murmullo de confusión en la clase se escuchó antes que el arrastrar de pupitres y sillas. Todos estábamos de pie mirando al irresistible profesor que con gestos nos pedía que hiciésemos una cola unos tras otros.
-Bien, ahora que estáis en fila vamos a hacer un pequeño juego, quiero demostraros algo. Bien, ¿alguien ha jugado alguna vez al teléfono loco?
Se escuchó una breve risotada, varios levantamos la mano. Mis ojos devoraban los suyos buscando una mirada de complicidad. Ese día me había hecho una trenza de espiga y llevaba mis jeans favoritos. Me mordí el labio esperando su reacción, y no tardó mucho en llegar, sus ojos se posaron sobre los míos, advirtiéndome. Desde luego, y aunque no lo parecía, tenía su atención puesta en mí, aunque representase tan bien el papel de profesor indiferente.
-Voy a comenzar yo. Le voy a susurrar algo a Jacqueline y ella lo va a transmitir a su vez a quien está detrás de ella, en este caso Mike, y éste a su vez a quien tiene detrás. Así sucesivamente hasta llegar al último de la fila. Luego compararemos lo que yo he dicho y lo que ha llegado como mensaje final. Parece sencillo, ¿verdad? -dijo usando su arrebatadora sonrisa.
Vi con el corazón encogido como se inclinaba hacia Jacqueline y esta, nerviosa, contenía la respiración. Luego tras una breve risa se giró y le susurró a Mike su mensaje.
Algunos se reían, otros ponían los ojos en blanco sintiéndose ya mayores para aquel juego. Fueron pasando el mensaje hasta que me llegó. Me giré y se lo susurré a Eric, que estaba detrás de mí. Él, en lugar de seguir el juego, me sopló en la oreja y yo gemí sorprendida. Toda la clase nos miró.
-Perdón -dije petrificada. Mi mirada clavada en Alex con pavor.
-¿Qué sucede? -dijo él con un brillo felino en los ojos.
-Nada, solo que he sentido cosquillas y me he sorprendido.
-Es el efecto que le produzco -dijo Eric y toda la clase se rió.
-Vaya, así que estamos tonteando en lugar de hacer el ejercicio -dijo Alex acercándose a nosotros-. Bien, concluyamos, decidme qué mensaje habéis recibido.
Esperé a ver si Eric contestaba, pero me lo dejó a mí. Así que, inexplicablemente acobardada, le contesté:
-Si mientes lo haré en sangre.
Alex parpadeó dos veces y luego, malicioso, se giró hacia Jacqueline y volvió al inicio de la cola.
-Bien, este va a ser un buen ejemplo. Dinos, Jacqueline, ¿cuál es el mensaje que te he dicho?
-El viernes lo pasé en grande.
Casi se me salen los ojos de las órbitas al captar el mensaje. Alex había dicho esa frase... obviamente dirigida a mí. Sentí un pinchazo de culpabilidad. Eric se me acercó a la oreja y me susurró "vaya torro" con una mano en mi cintura. Yo me encogí de hombros e intenté apartarme molesta por su excesiva cercanía. Sentía su rostro a unos centímetros de mi cuello. ¿Qué coño hacía?. Alex nos miró y frunció el ceño evidentemente molesto.
-Bien, vamos a dejar el ejercicio, se me han quitado las ganas. Si no están dispuestos a colaborar no voy a buscar ejercicios divertidos, en su lugar voy a ponerles un pequeño examen.
Se escuchó una ovación de lástima y rabia del resto de la clase. Las miradas se clavaban en mi nuca y en la de Eric, pero a él no le importaba. Quise golpearle el rostro.
-El propósito del juego que hemos hecho era ver cómo unas pocas reproducciones han sido suficientes para cambiar el sentido original del mensaje. Imagínense ahora si, además de múltiples personas reproduciendo la misma historia le sumamos factores como el paso del tiempo o el cambio generacional. Grandes clásicos como los conocemos hoy en día quizá nunca fueron concebidos así, quizá hasta tenían otro final.
Alex se pasó el resto de la clase dictando ejercicios con voz severa. Todos copiábamos con el ánimo notablemente bajo. Los ejercicios no eran complejos pero la clase se hizo interminable, cuando por fin el timbre sonó casi todos salieron volando del aula. Le hice un gesto a Lana para que se asegurara de que Eric se iba de la clase con ella y me acerqué a Alex.
Él recogía sus cosas sin levantar la vista de los papeles, pero ambos sabíamos que se había dado cuenta de que estaba esperando a que me prestara atención. Tras un minuto eterno y un par de carraspeos crucé los brazos molesta.
-Alex -exigí.
-¿Si, Evelyn? -dijo deteniéndose y mirándome directamente a los ojos.
Miré a los lados, aún había un par de chicas al fondo recogiendo. ¿A qué coño esperaban?
-Tengo dudas.
-¿Qué dudas?
-Dudas de clase.
-Dime cuales.
-Ahora no.
-Mi próxima clase de literatura es el jueves.
Pausa. Me lo estaba poniendo bastante difícil. ¿Tanto se había molestado para que estuviera tan distante?
-Bien, el jueves en clase. O después.
-Después no puedo, Evelyn.
-¿Tutorías el viernes?
Se escuchó abrir la puerta y la profesora Hendricks entró por ella.
-¡Oh, he llegado pronto! Disculpadme -dijo la adorable mujer.
-No se preocupe señora Hendricks, yo ya he terminado, solo estaba hablando con Evelyn sobre...-me miró un momento y pareció dudar- las tutorías.
¿Eso era un sí?
-Evelyn, ¿vienes? -dijo Eric asomándose.
Yo miré a Alex, que se puso las manos en los bolsillos y me miraba como retándome a decir algo, luego a la profesora Hendricks y finalmente a Eric. Suspiré dejando claro mi disconformidad y salí de allí a zancadas. Iba a matar a Eric. Se escuchó la risa de Alex a lo lejos.
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Poemas Carnales
Romance"Ambos sabemos que está mal, que esto que hacemos no es correcto pero... Nunca antes había sido tan consciente de mi propio cuerpo y el placer que dos almas destinadas pueden proporcionarse la una a la otra, ¿hasta dónde pueden llegar las enseñanzas...