🎀Capítulo 3🎀

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Buenos Aires, Argentina

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Buenos Aires, Argentina

Quinta Amor

Amorina creyó que el collar la invitaba a usarlo porque no podía dejar de mirarlo. Parecía que tenía una voz propia que la llamaba y le decía que era necesario que lo usara.

―Bueno... parece que me estás invitando a que te use, ¿no? ―arqueó una ceja mientras lo miraba.

La joven lo sacó del estuche y abrió la traba, se lo llevó al cuello para cerrarlo en la nuca y comenzó a ver cosas que jamás pensó que existían. El collar le estaba dejando ver lo que su abuelo y la mujer que él le había contado, tuvieron antes de que hicieran caminos separados. No parecía una ilusión, sino que realmente era como si los tuviera frente a ella, pero transparentes, se reían, hablaban y se besaban, se querían de verdad.

Se había puesto nerviosa cuando apenas se colocó el collar y vio cómo las imágenes de ellos dos, jóvenes y felices aparecían como si fuese magia. Amorina pensó que cosas así no existían, pero de algo estaba segura, la joya iba a poner en jaque a varios a su alrededor, porque no solo era una reliquia antigua y que venía de una familia poderosa, si no que era mágico y en manos equivocadas, podría ser algo terrible.

Lo metió dentro del estuche nuevamente y lo cerró. Agarró la tarjeta personal del abogado de su abuelo y estuvo tentada a enviarle un mensaje apenas se agendó el número. Impulsiva como era, no esperó mucho a enviárselo.

Hola, buenas noches. Disculpame el horario, soy Amorina, la nieta del señor Londez. ¿Podríamos hablar ahora? Gracias.

La muchacha le envió aquel mensaje sabiendo que posiblemente no se lo respondería de inmediato y dejó sobre la mesa el celular para ir a guardar dentro de su cuarto el estuche y ponerlo dentro de la primera caja que había recibido, donde se encontraba también el vestido y la llave. Cuando volvió a la sala, el aparato sonó con una videollamada entrante. Ella se sentó y la aceptó.

―Hola, señorita Londez, ¿cómo está? ―preguntó con su acento italiano tratando de hablar español.

―Hola, muy bien, ¿y usted? Por favor, llámeme solo Amorina y si no le parece mal prefiero el trato informal.

―De acuerdo ―asintió con la cabeza―. Aunque siendo la nueva dueña, es difícil dirigirme a usted... a ti, de manera informal.

―Tengo 21 años, que sea la nueva dueña no me hace mejor.

―Entiendo.

―Disculpame por el horario, pero necesito saber varias cosas... ―dejó en el aire la frase.

―Recibiste todo, ¿verdad?

―Sí y me tiene preocupada algo.

―El collar, ¿no?

―Sí, ¿él te contó de ese collar?

―El señor Londez tenía plena confianza en mí, gracias a mi padre lo conocí y cuando mi padre se retiró de la profesión, me cedió sus papeles y todo lo demás, para que le lleve sus cosas y ahora, si lo quieres y me lo permites, llevarte a ti las cosas y lo que sea necesario. Pero si tienes a alguien más en mente que es de tu país, no habrá problema.

Las Camelias ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora