🎀Capítulo 17🎀

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Imperia, Italia

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Imperia, Italia

Un rato antes de que Amorina y su doncella llegaran al marquesado, ya que fue Gianni que las había ido a buscar, Angela, Carlo y su hijo hablaban sobre el asunto del collar.

—Todavía no puedo creer que el collar tenga ese poder —dijo su padre—. No sabía que era mágico.

—Como te lo dije en su momento, sabía que tu bisnonna se lo había regalado a su nieta cuando cumplió 21 años, pero no estaba segura de que tenía esa clase de poder. Mi madre hizo creer a todos que lo había perdido, pero ya sabemos que no —admitió—, solo planeó separarlo y dar cada pieza, una a ti y la más importante a la nieta de su primer amor.

—Esto es una locura —contestó Carlo—, Carmela no haría semejante disparate.

—No conociste del todo a mi madre entonces —respondió su esposa y luego miró a su hijo—. A la madre de tu bisnonna le gustaba la alquimia y puede ser posible que hiciera algo con el collar. Quizás mi madre cuando se colocaba el collar veía cosas también y cuando fue más grande, decidió extender ese poder a la nieta de Don Darío, para que pueda ver ciertas situaciones y otras más, no lo sabemos con exactitud —expresó Angela.

—Quizás tengas razón, no lo sé, pero ahora que el collar está completo, los eventos son casi constantes y se mezclan y, por alguna razón pienso que la nonna se lo regaló para que las cosas tomen otro rumbo.

—¿Cómo que se mezclan? —formuló su padre quedándose con lo primero que dijo Massimiliano.

—Le deja ver cosas del pasado, del presente y del futuro, pero de manera mezclada. Obviamente ella se da cuenta cuándo son del pasado y del presente, porque ya supimos anoche que estaba preguntando por ti.

—¿Y del futuro? —insistió su madre con intriga.

—Creo que... Amorina y yo hemos visto algo la noche en que tomé posesión del título. Apenas uní el pendiente con el collar, los dos vimos algo en la penumbra.

—¿Qué clase de cosa vieron o a quiénes vieron? —fue su padre quien preguntó con curiosidad.

—Algo que ninguno de los dos tendría que saber, era una pareja en la penumbra —con aquello sus padres entendieron su indirecta.

—No puede ser posible —admitió Carlo entre confundido y resignado.

—Pero lo es, aunque no te guste —expresó Massimiliano con seriedad—. Y sé que ella es mi destino.

Angela lo abrazó por la cintura estando feliz por lo que su hijo sentía por aquella chica.

—Sus nonnos hicieron lo imposible para que ustedes se conozcan, si ellos no pudieron tener su final feliz, era necesario e importante que sus nietos lo tuvieran juntos —confesó con lágrimas en los ojos.

—Yo creo lo mismo, madre —la abrazó por los hombros.

Carlo miraba la escena desde el sofá en el que estaba sentado.

—Si de verdad ella es tu destino, vas a tener que hacer algo con la baronesa.

—Creo que tiene en claro lo que siento por ella y eso es solo desprecio —contestó con firmeza.

—Solo espero que las cosas no terminen mal, te lo advierto, Massimiliano, si en serio es Amorina la indicada para ti, vas a tener que hacer algo —insistió su padre—, protegerla o lo que debas hacer.

—¿Eres tú, padre? Después de todas las cosas que me dijiste y de cómo hablaste de ella frente a mí y frente a ella también, ¿ahora quieres que la proteja? ¿Me estás diciendo que aceptas una posible relación con ella? ¿Sabiendo bien nieta de quién era? —inquirió constantemente para estar seguro.

—Sí, eso que dijiste, es todo cierto. Al fin de cuentas, Adelaide es... —no podía encontrar la palabra exacta hasta que lo hizo— rara, tiene dinero y poder, pero termina siendo irritante y una mujer así, siendo cómo eres, no te conviene y a la larga traería problemas por su modo de ser, ¿he sido un estúpido? Sí, lo reconozco. Solo espero que en algún momento me perdones y te digo también que yo tampoco seré quien me oponga a que quieras tener algo con la señorita Londez —expresó con sinceridad mientras lo miraba a la cara—, no tiene título nobiliario, pero te hace feliz, lo veo en tus ojos —admitió con franqueza.

Su padre se levantó del sofá y caminó hacia la salida, Massimiliano lo llamó y el hombre se dio media vuelta para enfrentarlo. Su hijo fue a su encuentro y lo abrazó por el cuello en una clara señal de que lo perdonaba, lo comprendía también, y le agradecía que había dicho todas aquellas palabras.

—Te aprecio mucho y me alegro de que hayas entendido que me gusta y quiero a Amorina, no tiene título como bien lo dijiste, pero me hace muy feliz, el tiempo que paso con ella me agrada, me siento contento, a gusto y sé que a ella le pasa lo mismo a pesar de que todavía no ha sucedido nada entre nosotros.

—Comprendo bien esa sensación —le dijo palmeando con suavidad su mejilla al tiempo que lo miraba a los ojos.

Una vez que Carlo salió de allí, se quedaron Angela y su hijo charlando por lo que había pasado pocos segundos atrás en tanto que esperaban a la señorita Londez y a su doncella.

—Ahora solo te falta decirle lo que sientes por ella de verdad y si lo deseas pedirle matrimonio en poco tiempo. Sé que suena apresurado, pero en cuestiones del amor, nada se tendría que esperar —manifestó su madre con alegría—. La noche en que fue tu anuncio como el nuevo marqués, vi la manera en cómo la mirabas, desde aquel momento o de antes ya estabas enamorado, Mass y me alegro mucho por ti, porque lo que estás haciendo es por amor y no por deber u obligación —le respondió poniendo sus manos en las mejillas al tiempo que se miraban a los ojos.

—Te lo agradezco mucho, mamá —sonrió—, intentaré confesarle que la quiero y que, sobre todo, mi padre la acepta.

—Me parece perfecto, pero ten cuidado con Adelaide —comentó con seriedad.

—Lo tendré, creo que le asignaré un guardaespaldas por precaución sin que ella se entere.

—Me parece bien —asintió con la cabeza también.

La camioneta del marquesado aparcó frente a la residencia y Gianni abrió la puerta trasera ayudando a bajar a las chicas junto a Canela que estaba en los brazos de Amorina. Massimiliano con una enorme sonrisa miró hacia el ventanal y vio que la joven llevaba una bufanda de color fucsia en su cuello para abrigarse del frío invernal.

 Massimiliano con una enorme sonrisa miró hacia el ventanal y vio que la joven llevaba una bufanda de color fucsia en su cuello para abrigarse del frío invernal

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Las Camelias ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora