Imperia
Angela quedó conmocionada por la reacción de su hijo y le habló:
—¿Por qué lo hiciste? No tenías que haberlo hecho, querido.
—¿Desde cuándo te golpea? —Giró en sus talones para enfrentarla—, y no me mientas. Siempre vi la forma en cómo te miraba, tan distante, fría. Sospechaba que te maltrataba, pero lo terminé comprobando ahora.
—Los hijos no tienen por qué meterse en las cosas de sus padres, con el tiempo me acostumbré —dijo avergonzada—. Lo único bonito fue tenerte, Massimiliano —confesó acariciando su mejilla.
—No lo necesitas, no puedes seguir viviendo así, te mereces a alguien que te quiera bien.
—Sabes que no puedo divorciarme.
—¿Quién te lo dice?
—El protocolo lo dice, ya estoy grande para divorciarme, hijo. Cuando se pone así es cuando aparece su lado violento.
—Y cuando no, te trata como si fueses una mujer inútil. Tenías que haberme dicho lo que te estaba pasando con él, aun siendo mi padre, no voy a pasar por alto esto, ¿me oíste?
—Deja las cosas como están, Mass. No te metas, porque será peor, tú no podrás ser feliz con quien quieras en verdad y él se pondrá más violento para intentar hacerle algo a Amorina —manifestó con preocupación en su voz y las cejas bajas de angustia.
—Haré lo que tenga que hacer para protegerte a ti y a Amorina —expresó con firmeza y la abrazó por el cuello para darle su apoyo.
—Protege a Amorina, yo ya soy una mujer grande para pretender que mi hijo me proteja —le sonrió con cariño.
—No te preocupes. —Respondió y le besó la frente.
Angela se fue a su cuarto para poder descansar luego de aquel momento de tensión. Lo único que la mantenía contenta era que su hijo tenía buenas intenciones con la señorita Londez y que al día siguiente vendría ella junto con su doncella al marquesado para armar ramilletes de mimosas y, solo esperaba que él fuera feliz con ella. Se lo merecía por ser un hombre ejemplar.
Massimiliano regresó a su oficina cerrando la puerta bajo llave y descolgando el cuadro pintado de un paisaje para combinar los dígitos de la caja fuerte y abrirla, sacó lo que había allí, unos cuantos documentos importantes, algunas pequeñas reliquias y dinero. Lo que más le importaba en aquel instante eran los papeles, quería leerlos a consciencia y de manera detallada para poder cambiar varias leyes, entre ellas, la del matrimonio de por vida, para agregar el pedido de divorcio de mutuo acuerdo o por alguna de las dos partes por una justificación sensata, así su madre podría hacer lo que quisiera con su propia vida sin rendirle cuentas a nadie, ni siquiera a él.
El marqués se había quedado todo el día dentro del despacho hasta caer la noche, en donde una de las chicas que ayudaban a la cocinera golpeó la puerta para avisarle que la cena ya estaba servida.
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Las Camelias ©
FantasyAmorina viaja a Italia para hacerse cargo de la residencia que le deja su abuelo, pero cuando llega, descubre que el collar mágico que tiene la conduce a su verdadero destino, y consigo, deberá develar varios secretos que oculta la familia Invernizz...