Savona, Italia
Diez días más tarde la pareja continuaba viéndose y saliendo a pesar de la preocupación que tenía encima Amorina, cada vez que salían de Las Camelias, la joven se encontraba incómoda y perseguida por miedo a que Adelaide hiciera algo indebido. Su familia había regresado a Buenos Aires y solo estaba con Beatrice, Marsella y Massimiliano que algunas veces se quedaba a dormir.
Cuando los demás se enteraron de que ella se encontraba bien y daría un paseo por el pueblo, le dieron una hermosa bienvenida con un cartel adornado con flores y un pequeño ramillete le entregó un niño de cinco años.
Las personas los aplaudieron, sobre todo a la joven por haber sido valiente y tener el coraje de entrar con el marqués a salvar las vidas de los dos empleados que tenía la textilería en el turno nocturno.
—Hay una pequeña sorpresa —dijo un hombre acercándose a la muchacha.
—¿Una sorpresa? —Levantó las cejas sin saber de lo que estaba hablando—. Usted es...
—Perdón por no presentarme antes, soy Emilio, el arquitecto que realizó la reforma de la textilería.
—Me gustaría verla, ¿se puede?
—Por supuesto.
De a poco se acercaron al edificio y Amorina leyó los apellidos de ambos con una nueva tipografía y quedó muy feliz con el resultado.
—Me gusta mucho la fachada y la fuente de nuestros apellidos.
—Me alegro de que le guste, señorita Londez —le expresó con alegría y sinceridad el arquitecto.
—Creo que acertaste con lo que representa para nosotros el lugar.
La felicidad de todos los presentes fue opacada por la aparición de la baronesa que gritó dejando en evidencia el desprecio que tenía por Amorina.
—Vaya, vaya, pero si la señorita Londez está recuperada y todos aquí le han dado la bienvenida, todos son unos patéticos —declaró con cinismo.
—Será mejor que te vayas de aquí, Adelaide —le contestó Massimiliano con seriedad—. No eres bien vista entre nosotros.
—Oh, pero ¿acaso la plebeya mugrosa sí? —preguntó con burla y clavó los ojos en la chica—, piensa muy bien lo que harás, Amorina —le respondió sin darle más detalles.
La mujer se retiró de allí y el marqués la miró con atención.
—¿De qué está hablando? —frunció las cejas sin entender nada de lo que estaba pasando entre Adelaide y ella.
—De nada, no sé. No la entiendo cuando habla —intentó excusarse.
—No quieres entenderla o me estás ocultando algo.
—No, no te estoy ocultando nada, sigamos con la bienvenida con tranquilidad, por favor.
—De acuerdo, pero cuando lleguemos a Las Camelias hablaremos de esto.
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Las Camelias ©
FantasyAmorina viaja a Italia para hacerse cargo de la residencia que le deja su abuelo, pero cuando llega, descubre que el collar mágico que tiene la conduce a su verdadero destino, y consigo, deberá develar varios secretos que oculta la familia Invernizz...