🎀Capítulo 8🎀

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Campochiesa, Savona

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Campochiesa, Savona

Las Camelias

A la mañana del desayuno en la galería de la casa donde estaba invitado el marqués, Amorina bajó las escaleras, ataviada en un vestido largo de lana en color gris, blanco y rosa con mangas largas y cuello alto, botas altas en color gris oscuro y un par de aretes de perlas rosadas. Maquillada muy natural y el pelo en una coleta baja con raya al medio. Cuando Beatrice la vio, casi se le escapa una risita de lo bien que se veía la joven y de lo coqueta que se había puesto para el marqués.

―Buenos días ―dijo con voz risueña.

―Buen día, niña Amorina. Se la ve muy bonita hoy.

―Gracias, Beatrice ―sonrió con alegría.

Aquel día estaba relativamente feliz y no solo porque venía Massimiliano a desayunar, sino porque la noche anterior, quiso pintar el collar que tenía guardado. Era una necesidad que tenía y cuando lo sacó del estuche, las piedras brillaron bajo la única luz del escritorio que tenía la joven en su cuarto. Había pasado gran parte de la noche y la madrugada pintando el collar, tenía la mitad hecha y le faltaba el resto.

Para las nueve en punto de la mañana, el timbre de la mansión sonó y el mayordomo le abrió la puerta para dejarlo pasar al interior.

―Buenos días, milord.

―Buen día. ¿Cómo está, señor Bonzi?

―Muy bien, milord. Volviendo a trabajar después de mucho tiempo.

―¿Te extrañó que te hayan llamado de nuevo? ―Frunció el ceño.

―Un poco, creí que la niña Amorina no iba a querer mis servicios. Sus abuelos murieron y la señorita al ser muy joven, pues... pensé que no iba a necesitar de mi trabajo.

―Veo que no fue ese el caso.

―No y estoy contento. Toda la servidumbre de sus abuelos regresó a trabajar en Las Camelias. Estamos felices. Algunos tenemos una edad avanzada, pero nos alegramos de saber que servimos para algo ―comentó con una sonrisa―. Deje que le cuelgue el abrigo y la bufanda, por favor.

Él se quitó ambas prendas y se las entregó al hombre para que lo colgara en el perchero.

―Gracias. ¿Y cómo los trata la señorita?

―Muy bien. No nos podemos quejar, sabe escuchar y conversa con todos.

―Eso es muy bueno, lo que la mayoría de las personas debería de hacer.

―Siempre hay excepciones, milord. En fin, no le quito más el tiempo, la niña Amorina enseguida lo recibirá.

El hombre desapareció de su vista para entrar a la cocina y la muchacha entró a la sala, ya que estaba acomodando unas cosas en la galería.

Las Camelias ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora