🎀Epílogo🎀

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Imperia, Italia

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Imperia, Italia

Massimiliano esperaba en el altar de la capilla de Imperia, parte anexa al marquesado, aunque dentro del predio, junto a su padre y a los invitados. Le pareció algo extraño ver caras conocidas, rostros que solía ver cuando él estaba en una relación con Amorina. Pensó en ella con tristeza al darse cuenta de que la joven después de aquella ruptura no le devolvió más las llamadas, porque él estuvo insistiendo más de medio mes al teléfono, porque quería saber cómo estaba, porque no podía olvidarla y porque necesitaba que le diera una buena explicación y a su vez él confesarle el por qué se casaba con una mujer a la cual no amaba.

—¿Por qué hay gente de Savona? —quiso saber dirigiéndose a su padre.

—No todos decidieron quedarse en sus hogares, los habitantes de Savona te quieren mucho, Mass y es normal que hayan venido.

—Me parece raro porque son personas a las cuales veía con Amorina.

—La gente ha querido asistir a tu boda a pesar de todo, hijo.

—Supongo que sí —terminó por decir conformándose con poco.

Estaba vestido con el uniforme oficial, que era el de más alto cargo, todo de negro con detalles como los botones y los bordes del saco en dorado, con la banda amarilla y dos finas franjas a los lados en magenta, charreteras y las dos medallas que había usado para su velada de bienvenida, hacía casi un año atrás ya.

La marcha nupcial se escuchó con delicadeza y Massimiliano cerró los ojos ante lo inevitable. Inspiró y expulsó el aire y se volteó para mirar a la novia acercarse a él. Tenía el velo por delante y su vestido era blanco y bordado con piedras y tenía apliques de flores. Las manos de la novia temblaban mientras sostenía el ramo de mimosas en honor a la casa real y quedó al lado del hombre. Él la miró con atención, no podía ver nada más allá del velo y su estatura le llamó la atención también.

Mientras la ceremonia avanzaba, ella intentó tocar su mano para que, de alguna manera se diera cuenta de algo, pero cuando rozó la piel, este entrelazó las manos por delante para no tener ningún contacto físico. Estaba serio y solo quería que la ceremonia nupcial se terminara cuanto antes.

Apenas el cura los declaró marido y mujer, se quedaron frente a frente y él levantó el velo, descubriendo su rostro y llevándose él, la sorpresa de su vida. Con una sonrisa enorme, lo miraba Amorina. Massimiliano quedó petrificado y ante la emoción que lo había embargado, la sujetó de las mejillas y la besó con constancia, hasta estrecharla en sus brazos sin importarle las formalidades.

Todos quedaron sorprendidos y aplaudieron, el padre de la chica se acercó a ellos para decirle unas palabras.

—A pesar de no haberla entregado a vos, sé que la cuidarás muy bien. Estoy muy feliz por mi hija y por vos, Massimiliano. Ahora el cura, creo que tendrá que declarar casados a Amorina y al marqués, y volver a besarse —dijo con gracia.

Las Camelias ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora