|Capitulo#38|

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Desperté luego de un mal sueño. Tenía el rostro sudoroso y mi cabeza me dolía de tal manera, que cuando me levante de mi cama, me tambalee, cayendo sobre mi cama de nuevo. Estaba en mi habitación, cuando ayer estaba con Helen. Sé que él me golpeo y yo me desmaye. Sé que fue un golpe certero y demasiado exacto. El me trajo a casa. 

Claro, ¿quien mas?

Demonios.

— Al menos pude quemar esas malditas fotos— balbuceé tocando mi frente al mismo tiempo. Soñolienta mire a mi alrededor, pero, de alguna manera sentí que algo había cambiado. Mis parpados estaban caídos, pero, aunque tuviera mis ojos a medio cerrar, debilitada sentí mi pecho subir y bajar con rapidez. Desde mi lugar podía oler la comida que mi madre estaba preparando. Sonreí por unos segundos, luego cerré mis ojos por completo. Me sentía cansada, debilitada. Pero seguía sintiendo que algo faltaba, que algo no encajaba.

Entonces me estremezco cuando comienzan a tocar a la puerta de mi habitación. Y abro mis ojos lentamente.

— Arriba, cariño. Tu madre preparo un delicioso almuerzo...— anuncia mi padre en tono alegre.

— ¡Bajare enseguida!— dije rápidamente. Bostece por última vez, mire a mí alrededor mientras tallaba mis ojos y me ponía de pie. Me quite mi camisa y, la deje encima de mi cama, luego entre al cuarto de baño mientras cerraba la puerta detrás de mí, me desvestí lentamente, y deje la ropa en el suelo.

Sentía el agua fría caer encima mío y empaparme por completo, mientras yo miraba hacia la pared. Pensativa, mire mis manos, luego las cerré en forma de puño, — sé que los disparos de ayer, iban dirigidos hacia mí, porque Helen tuvo tiempo de atraparme antes de que yo cayera al suelo— pensé, — sé que fue ese sujeto... probablemente. Como también podría haber sido ella... ¿cómo no suponerlo? ella pudo haber seguido el auto, ella lo hizo... Maldición. Y ahora Helen piensa que yo lo engaño... —continué pensando casi a gritos desesperados.

Yo no podría engañarlo, no. Y él tiene el lujo de creer lo que quiera, maldición...— pensé.

...

Luego de haber tomado el baño, me vestí de manera muy sencilla. Me puse una blusa de resaque color oscuro y por encima una camisa de color verde olivo y mientras me abotonaba la camisa, me miraba en el espejo de mi peinador.

Baje minutos después, mis padres estaban sentados junto a la mesa, charlando, frente a mi madre había una carpeta color blanca. Así que apresure el paso.

— Buenos días— anuncie mientras entraba por el marco de la puerta al comedor.

— Buenos días, cariño. Siéntate. Necesito hablar contigo.

— Claro, ¿qué paso mamá?— me senté junto a la mesa. Mi padre estaba sentado junto a ella y ambos me miraron sonrientes. Las manos de mi madre se juntaron encima de la mesa, luego me cruce de brazos.

— ¿Es malo?— suelto con confusión.

Mi madre ríe entre dientes y mi padre igual, —no, linda— responde mi madre, —creo que deberías de decirle de una vez, cariño—murmura mi padre mirándola de reojo.

Ella desliza lentamente la carpeta hacia mi dirección. Y entonces cuando la deja frente a mis manos, yo la tomo, — ¿puedo pedir una pista?— pregunto sonriente.

Me siento ansiosa, por esas miradas, supongo que se trata de algo muy bueno. Entonces, cuando los escalofríos me dominan por completo, abro la carpeta tras las miradas de emoción de mis padres.

Me sorprendo, y miro boquiabierta el pequeño montón de hojas, la primera de ella me hizo saltar de mi asiento emocionada. Pero podría decir que solamente exaltada, ya que di un pequeño salto fuera de la silla.

Dibújame una sonrisa /Bloody Painter/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora