|Capitulo#33|

1.5K 117 8
                                    

—Claro. Me gustaría saber un poco más de su historia, pero creo que necesitan darse un tiempo, juntos, ¿no creen?

Me levante de la mesa y tome un poco de jugo de naranja de una gran botella, del interior del refrigerador. Mi madre me miro curiosa y cuando volví a sentarme, ella ya tenía ambas manos sobre la mesa, mi padre la rodeo por encima de sus hombros y ella sonrió mirándolo de reojo.

—... Ya tuvimos nuestro tiempo, cariño. Creo que no necesitamos más...—dice ella en un tono suave. Yo sonreí y los mire a ambos al mismo tiempo, — ¿están jugando, verdad?— solté mientras tomaba un sorbo del vaso con jugo. Ella negó rápidamente y miro a mi padre.

Ellos eran la pareja más feliz que había conocido jamás. Podía verse el amor, en sus ojos, en cada cosa que hacían. En su tono de voz, al mirarse. No podía meterme, debía dejarles su espacio. Y hasta ahora, es la única prueba de amor que conozco. A pesar de todo, ellos permanecieron juntos, aun incluso luego de lo que hice en el pasado. Sin duda, jamás podría igualar sus sentimientos.

La forma de amar de Helen era distinta. Pero seguía siendo el sujeto del que yo me enamore. Y aun no era el momento adecuado de decirles a mis padres, que me había enamorado de un asesino. Y que yo también lo era. Helen prometió amarme, y creo que ya no tenía derecho a dudar sobre ese tema del que ya no volvimos a tocar, luego de aquel día. Lo había asegurado. Y demostrado.

Sin embargo, era de tarde. Y Helen había partido justo antes de que yo despertara, de nuevo. Dejándome una nota junto a mi almohada, un detalle que jamás había conocido en él. Demasiado, bueno, —romántico, no era la palabra. Más bien, misterioso y espontaneo... Tal y como me gustaba— pero, sin agregar detalles. Era simple. Y yo me había demorado en escribirle algo. De hecho, hacía meses que no tocaba mi libro. Y ya resultaba extraño en mí, es decir. ¡Era mi libro! Un mundo de escrituras sin terminar. Ideas estancadas, mitad diario, mitad agenda, mitad novela. Mitad, lo primero que tuviera que escribir ahí. Y yo, simplemente un día lo deje de lado.

Quizás por todo lo que había ocurrido, era algo que siempre me recordaba a él. Y comenzaba a reconsiderar la idea de volver a usarlo. Ya que, considerando la circunstancia. Creo que sería una buena forma de recordarme, quien soy, aun.

—Ni siquiera sé si es buena idea, no quiero dejarte sola, Ann.

—Tranquila, mamá. Yo estaré aquí, no tengo porque salir...

— ¿Podemos volver a confiar en ti, linda?— me desafía mi padre.

Yo sonrió de manera decidida, —claro, ¿porque no deberían?— respondí sin duda.

Mi madre, sabe que por dentro estaba demasiado emocionada. Pasar un tiempo con mi padre, no era cualquier cosa, de hecho, esta sería una ocasión en la que la pasarían juntos, relajados. Sin pensar << ¿en dónde carajos estoy?>> o preocupados. No. Esta sería una velada libre de preocupaciones, solo ellos. Y nada más.

Y tras una larga e indecisa charla junto a la puerta. Ellos se marcharon.

Mi madre es una mujer muy sentimental, muy recia a veces. A comparación de mi padre, quien podía ser más serio, aún más que yo. Además de terco y obstinado.

Yo era la combinación. O si es que se le podía llamar así.

Me quede en la sala de estar, observando a través de las puertas corredizas de cristal, que daban al patio trasero. Me apoye sobre mi brazo mientras subía las piernas por un lado y bostezaba. Estar recostada en el sofá era uno de los mejores placeres que podía tener en esta vida. Recordaba mi infancia en ese patio trasero, recordaba pasar la mayoría del tiempo ahí, sola, o algunas veces con mis padres. O con mi madre, quien hacia un intento de jugar conmigo con esas muñecas Barbie, que jamás me gustaron.

Dibújame una sonrisa /Bloody Painter/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora