Le bastó una sola noche de películas y juegos a Eva para que se vuelva loca.
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Eva Ademaro, estudiante normal, con normales amigas y normales costumbres. Todos los fines...
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Eva
–Vamos Eva, veamos "El Conjuro"– dijo Fran
–No
–¿Por qué no?– preguntó Marina desde el sillón con el control en su mano, a punto de poner la película
–Se suponía que esta semana tocaba comedia– dije en mi defensa
–Linda, es 30 de octubre– dijo mi novio Raphael poniendo un brazo sobre mis hombros –hay que preparar la noche de terror, con terror. Sabes que estoy yo por si te asustas– añade fanfarronamente
–Y además hay 8 personas más a tu alrededor, nada te va a pasar Eva– gritó Nathaniel desde el sillón
–No estoy asustada, esa película solo tiene muchos saltos con gritos, pero...– Raphael me interrumpió
–Vamos linda, todos queremos verla, ¿o no chicos?– preguntó lo último en voz más alta para que el resto contestara
Estábamos todos en mi casa, mis amigas de la infancia, Thea, Franziska, Marina y Esther por un lado, y por el otro un grupo de chicos que se nos había unido hace dos años, Simon, Nathaniel, Stefan, Armando y mi novio, Raphael.
Vivíamos en un pueblo pequeño llamado Prince Albert, en Canadá, y como todo pequeño pueblo es imposible no conocernos entre todos. Los chicos eran mayores por dos años a nosotras e iban a la universidad, nosotras por nuestro lado aún íbamos a la escuela.
El pueblo era conocido por una sola cosa, la gran fiesta de Halloween que se organizaba. En el medio del bosque, en un gran claro se preparaba una fiesta con DJ, música en vivo, barra de tragos, juegos, etc. Ahí habíamos conocido a los chicos, era nuestra primera fiesta con 16, estábamos tan emocionadas que casi tirábamos una mesa llena de alcohol. Fue nuestra primera borrachera, y gracias a ellos conocimos a los chicos. Armando y Stefan nos vieron en problemas y decidieron ayudarnos, ahí descubrimos que ellos tenían 18/19 y ya estaban lidiando con otros borrachos. Fue una fiesta divertida. Y suponiendo que todo vaya bien mañana sería la fiesta de Halloween edición 2016.
Nosotros también habíamos comenzado una costumbre, y era una noche de películas en mi casa todos los fines de semana. Se suponía que teníamos un orden para que no haya discusiones, se suponía... Franziska colocó la película por encima de mis quejas y terminamos todos sentados alrededor de la televisión para verla. Cuando la película finalizó sentí un escalofrío en mi espina dorsal y reinaba el silencio en la casa.
–AAAAAAH!– gritó aterrada Thea señalando la ventana
Por el susto varios gritamos y miramos que mierda había visto Thea. Pero la risa de la rubia nos hizo frenar rápidamente.
–¡Cayeron!– nos apuntó mientras caía de la risa en el sillón
–No puedo creer que casi me hayas engañado cariño– se acercó Simon al sillón con ella y la comenzó a besar
