Eva
—¿Qué pasa Nath?
—Rapha comento unas cosas que por lo que veo obviaste
—Nath, bien sabes que hubo un momento en el que María tomó el control, no soy consciente de que pasó, hay una laguna en mi cabeza, yo no sé cómo llegue, que te dije o que hice, así que te pido que no saques malas conclusiones al respecto
—¿Pero por qué apareció ella? ¿En ese momento?
—Nath, no tengo la menor idea, y si no te molesta me gustaría solo descansar— molesta me voy la vuelta para intentar dormir nuevamente.
—Perdón, no quise insinuar nada, solo me preocupo por ti— se acercó a darme un beso en el hombro –hablaremos de esto cuando tú quieras, o ni siquiera tienes que contarme nada, sé que esto no es nada lindo para ti, descansa princesa
Y así fue como me quedé dormida, descansando de todo lo vivido del día anterior. Tenía miedo, hasta qué punto iba a llegar Rapha para quitarme a María. Desconozco si él sabía de la existencia del electroshock, pero eso no quita mi miedo a que lo vuelva a intentar, o que intente algo aún peor.
Ya no me sentía segura con él, ni conmigo misma, soy una amenaza para todo aquel que quiere siquiera preguntarme que calle es la del centro comercial. Pensaba seriamente en suicidarme, quitar este mal de raíz, hace tiempo que lo intenté, pero fracasé fuertemente.
Fue unos días después de la muerte de Simon y Thea. Había ido a mi casa. En la parte superior se encontraba un almacén que tenía las vigas expuestas. No lo pensé mucho, encontré una soga lo suficientemente gruesa para colgarla y que no se rompa, hice un nudo específico para cuando ponga mi peso ahí se haga más pequeño y llegue a ahorcarme. Me subí a una banqueta, coloqué la soga e introduje mi cabeza ahí. Conté hasta tres para pensar seriamente si esta era la mejor opción, pero no hubo nada, ni un destello, ni un empujón, ni un viento. Ninguna señal me estaba diciendo que pare.
Y me arrojé. El aire se fue rápidamente de mis pulmones, me costaba respirar, sentía el cuerpo entumecer, estaba por dejar de vivir cuando caigo al suelo. Bruscamente me levanto para insultar a la persona que había detenido mi intento de suicidio.
Recupero el aire y la volteo a ver. No creía nada, no entendí nada, ella solo se acercó a mí, me tomo del cuello para quitarme la soga y dijo
—Aún no es tu momento lindura
Y con esa simple frase tomó la soga, me la dio intacta, como si nunca la hubiera cortado y desapareció.
Desde ese momento no lo he vuelto a intentar. Había decidido que buscaría otra forma de vivir.
Después de divagar por un par de minutos y dormir otros tantos decido levantarme al fin, ya era cerca de la tarde. Me sentía mejor, mis músculos ya no dolían, y la herida en la mejilla estaba mejor.
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MARÍA SANGRIENTA©️
HorrorLe bastó una sola noche de películas y juegos a Eva para que se vuelva loca. * * * * Eva Ademaro, estudiante normal, con normales amigas y normales costumbres. Todos los fines...